Dicen que en las relaciones, especialmente las de pareja, nos complementamos. Buscamos en el otro aquello que nos falta. Y cuando lo encontramos soñamos en que la vida va a ser ideal porque alguien va a tapar el agujero que hay en nuestra vida.
De repente nos damos cuenta de que la otra persona comienza a ser diferente. En el fondo, comienza a ser ella misma. Tal vez deja de llenar el hueco que había en nosotros. La desilusión aparece en nuestras vidas y nos sentimos en algún aspecto engañados, frustrados o desilusionados.
Los problemas no surgen cuando los otros son diferentes a nosotros o no cumplen nuestras expectativas. Los problemas surgen cuando nosotros no nos sentimos satisfechos con nosotros mismos y buscamos que "otros" resuelvan el vacío que llevamos dentro.
La vida no está tanto en recibir, sino más bien en dar. Si esperamos recibir de los demás pueden esperar años y años, y posiblemente no aparezca nada.
La falta de autoestima, la inseguridad que tenemos, el sentimiento de pobreza nos lleva a "refugiarnos" en otros y esperamos que sean los "otros" los que nos saquen las castañas del fuego y se que sean los otros los que llenen lo que nosotros "no queremos llenar": nuestra propia identidad.
El amor se da cuando me doy totalmente. Darme implica "dar, ofrecer, regalar" lo que es mío, lo que sale desde dentro de mí. Ya en las premisas del Evangelio Jesús lo dejó bien claro cuando dijo que el principal mandamiento de la Ley era "amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a "ti mismo".
Amo cuando soy capaz de amarme, aceptarme, sentirme feliz con lo que soy. Y cuando así lo hago lo ofrezco tal y como se da en mí. No necesito respuestas, aunque éstas nunca serán mal recibidas.
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