Hay momentos en los que no siempre las cosas salen como uno quiere. Unas veces nos quejamos, otras criticamos. Hay momentos en los que aprovechamos las circunstancias negativas y somos creativos y aportamos cosas nuevas a la misma vida y a las situaciones que no nos gustan.
¿Quejarnos? ¿Por qué no? La queja es una reacción ante algo que nos duele. Es normal que podamos quejarnos. Son reacciones, a veces, hasta espontáneas. En la queja nos quedamos ante algo puntual, ante lo que nos sucede.
¿Criticar? Tal vez. Pero corremos un riesgo, centrarnos en lo que no depende de nosotros y perdemos el tiempo, además de iniciar un proceso de culpabilización y muchas veces de difamación.
Hay algo que es más difícil y es el saber aprovechar las situaciones para transformarlas en algo positivo. ¿Cuál es el problema? Requiere compromiso por nuestra parte, voluntad de no quedarse en la queja sino en buscar una transformación o cambio de las circunstancias y, por ello, un compromiso con nosotros mismos y con la realidad.
Dicen que la madurez consiste en no quedarse en la queja ni en la crítica, sino en saber ser responsable ante uno mismo y ante los demás con aquello que sucede dentro de nosotros o a nuestro alrededor. La madurez es sentirse responsable del propio cambio y del propio futuro de cada uno. No es cuestión de echar balones fuera sino de tomar el toro por los cuernos y de comprometerse con la propia realidad. La vida no depende de lo que los demás hagan, sino de lo que cada uno hace consigo mismo y sus circunstancias.