14/7/11

Cuidado con nuestro juicios



El otro día publicaba una historia de cuatro monjes que iban a dedicar un día de silencio y que rompieron uno tras otro después del despiste de uno de ellos. Todo fue en cadena y la causa era inculpar a uno, a otro y al fina exculparse a uno mismo. No se porqué pero me vino a la mente la parábola del fariseo y del publicano que mientras uno se dedicaba a pedir perdón, el otro, como buen fariseo, daba gracias a Dios por no ser "como" el publicano.

En la vida real podemos tener, también, tres posturas.

  1. Ser Fariseo. Dedicarse a vanagloriarse de si mismo despreciando a los demás y no dándose cuenta de uno es como el más común de los mortales, por muy bueno que pueda aparentar ser. Convendría aplicar el "dime de que presumes y te diré de lo que careces". Es parte de la ceguera que nos acompaña muchas veces por la vida.
  2. Ser victimista resignado. A veces podemos caer en esta actitud y pensar que simplemente por aceptar los golpes de la vida sin rechistar ya somos mejores que otros. Las comparaciones son odiosas y ahí ya estamos poniéndonos en actitud farisaica porque ya pensamos que nuestra actitud resignada ya supera con creces al de la injusta.
  3. La actitud del publicano ya es diferente. El sigue a lo suyo. Lo que pueda decir o mostrar el de al lado no va con él, Simplemente se siente libre para seguir centrado en lo suyo y en lo que quiere. Es una mayor actitud de libertar que no se centra en el estar condicionado por otros sino por lo mucho o poco que puede aportar en la vida. Como dice un anuncio "no es más rico el que más tiene, sino el que menos necesita". Y eso es lo bueno del que se siente libre ante los demás, no depende de ellos, sino de si mismo.