Tony de Mello siempre me ha gustado. Conjuga la filosofía oriental con la del Evangelio. Son muchas veces las que nos quejamos en la vida. Muchas las que esperamos que otros cambien. Muchas las que aguardamos que nos saquen las castañas del fuego y nos resuelvan las situaciones. Estamos más pendientes de lo que no nos gusta de que aquello que nos puede hacer disfrutar de la vida y del viaje que hemos emprendido.
¿Qué sucede mientras nos quejamos, nos fijamos en lo que nos gusta o en las personas que consideramos negativas? La vida sigue y lo peor de todo es que otros aprovechan nuestra falta de vitalidad y de proactividad para disfrutar de lo que nosotros no somos capaces de gozar.
Bien lo decía la madre Teresa de Calcuta cuando decía que quien ama no tiene tiempo para ver las maldades de los demás. No podemos permitir que nos quiten la atención de lo que es primordial en la vida: nuestras propia metas y sobre todo disfrutar de ella.
También lo decía Jesús cuando pedía de no fijarse en la paja que tiene el ojo ajeno cuando tenemos una viga bien grande en el nuestro.
Tenemos la vida delante de nuestros ojos. Y la vida nos trae mucho de bueno a lo largo del día. Todo depende de donde queramos poner el foco, nuestro foco, si en lo bueno o en lo malo, si en lo que tienen que cambiar los demás o en lo que tengo que crecer yo. Y aún diría algo más, tal vez si gozamos del presente y de lo que se nos da en cada instante el futuro nos viene dado por el gozo del mismo presente.
Hay algo que nadie puede entender sino es quien lo vive. Y la vida, el amor, la felicidad es algo más que un sentimiento. Es una manera de afrontar la propia realidad y de descubrir en ella la sabiduría de la misma vida.