28/4/14

Abrirse a la vida

Hace tiempo leí esta historia que ha venido a mi mente esta mañana cuando leía un artículo sobre la importancia del agradecimiento en la vida. A mayor agradecimiento, mayor estado de felicidad. Pero la cruel realidad es que hacemos depender nuestra felicidad de los acontecimientos y de la interpretación que a ellos le damos:
Había una vez un campesino sabio y su hijo que tenían un caballo. Un buen día el animal se les escapó y los vecinos del pueblo les fueron a consolar por su mala suerte, pero el campesino les dijo:
- El único hecho cierto, hoy aquí, es que se ha escapado un caballo. Si eso es buena o mala suerte, el tiempo dirá.

Unos días después el caballo retornó con una yegua, y los vecinos del pueblo felicitaron al campesino y a su hijo por su buena suerte. Como la vez anterior el campesino les dijo:
- El único hecho cierto, hoy aquí, es que el caballo ha vuelto con una yegua. Si eso es buena o mala suerte, el tiempo dirá.

Al cabo de un tiempo, el hijo del campesino, intentando domar a la yegua salvaje, se cayó y se rompió una pierna. El médico dictaminó que se quedaría cojo para toda la vida. Los vecinos fueron a casa del campesino y de su hijo para consolar a este último, consternado por su mala suerte. Una vez más el campesino dijo:
- El único hecho cierto, hoy aquí, es que mi hijo se ha roto una pierna. Si eso es buena o mala suerte, el tiempo dirá.

Entonces comenzó una cruenta guerra en el país y un grupo de guerreros vinieron a reclutar de manera obligatoria a todos los jóvenes del pueblo. Cuando se disponían a alistar al hijo del campesino se fijaron en que este cojeaba de una pierna: 
- ¿Qué te pasa en la pierna? - preguntó el jefe de los guerreros. 
- Me caí de una yegua mientras intentaba domarla. Nunca más podré caminar derecho o correr- contestó el hijo del campesino. 
- Así no nos sirves. Necesitamos hombres fuertes para combatir, harás mejor en quedarte con tu padre y tu mujer - dictaminó el jefe.

El campesino dijo: 
- ¿Lo entiendes ahora, hijo mío? Los hechos no son ni buenos ni malos en sí mismos, lo que nos hace sufrir son las opiniones que tenemos de ellos. Hay que esperar a como afectan a nuestro devenir. Un día maldijiste tu pierna y ahora es ella la que te ha salvado de una muerte cierta.
Cuando nos encerramos en nuestros propios esquemas y en nuestras expectativas hacemos que nuestra felicidad dependa de ella. Cuando estamos abiertos a lo que nos sucede y a lo que podemos aprender de ello, estamos abiertos a la vida. Esta apertura a la vida trae algo consigo: el saber apreciar todo lo que ocurre, por muy banal que sea. Cuando apreciamos comenzamos a gozar de aquello que es, que está ahí y que puede aportar algo a nuestra vida y que puede ser la llave para desarrollar aspectos de nuestra vida que jamás hubiéramos hecho si las circunstancias no nos hubieran puesto esa tesitura.

Antes de incomodarnos con una situación o persona siempre es bueno preguntarse hacia donde nos lleva o podría llevarnos esa persona o esa situación. El enfado nos ofusca y cierras las posibilidades a la vida.