15/5/15

Abiertos a la verdad.




Una viejecita judía ocupa su asiento en un avión, junto a un enorme sueco al que se queda mirando fijamente. Luego, dirigiéndose a él, le dice: “Usted perdone... ¿es usted judío?”.

“Nox” le responde el sueco.

Pocos minutos más tarde, ella vuelve a insistir: “¿Podría usted decirme, y perdone la molestia, si es usted judío?”.

“¡Le aseguro a usted que no!”, responde él.

Ella se queda escudriñándole durante unos minutos y vuelve a la carga: “Habría jurado que era usted judío...”.

Para acabar con tan enojosa situación, el hombre le dice a la anciana: “¡Está bien; sí, soy judío”. Ella vuelve a mirarle, sacude su cabeza y dice: “Pues la verdad es que no lo parece”. 
Primero sacamos nuestras conclusiones... y luego hallamos la forma de llegar a ellas.
Tony de Mello

¿No te ha ocurrido a ti alguna vez algo parecido a lo de la historia? Creo que en muchas ocasiones queremos tener razón a toda costa, no importa si hacemos hueco a la verdad o no. Lo importante es no perder y justificar nuestras creencias o suposiciones. Unas veces puede carecer de importancia, en cambio otras puede echar al trasto con un proyecto de trabajo, con una relación de amistad o con el hecho de que las personas se esfuercen en decirnos lo que piensan de forma sincera. Estar cerrados a aprender de la vida y de los demás así como no salir del agujero de la falsa seguridad del autoengaño nos cierras muchas puertas a nivel personal y a nivel de relacionarnos con los demás.

¿Qué sucede o que se produce dentro de nosotros cuando alguien no piensa como nosotros? ¿Qué sensaciones tenemos cuando alguien nos lleva la contraria o simplemente no comparte nuestros argumentos?

¿Perdemos algo en ver nuevos puntos de vista? ¿Nos sentimos menos si los demás no tienen en cuenta nuestra percepción?

“Nada es verdad ni nada es mentira, todo depende del color del cristal con que se mira”, dice Campoamor. No podemos encerrarnos en nuestras verdades y creencias porque ello sólo deja entrever una cosa: miedo a enfrentarnos a posibles verdades. Y, como dice Jesús, "la verdad os hará libres". Sólo crecemos, maduramos y aprendemos en la vida si somos capaces de dejar a un lado nuestras verdades absolutas que nos impiden conocer otros aspectos de la misma verdad que por nosotros mismos somos incapaces de ver, observar y aprender.