Las cosas pasan, para buen o para mal, pero suceden. Otra cosa es pararnos a pensar el sentido que pueden tener en nuestra vida, cosa que depende de cada uno de nosotros. Tanto las personas que pasan por nuestras vidas, unas veces buenas y otras no tanto, como acontecimientos que nos marcan tienen una enseñanza si decidimos penetrar en ellos y aprender de ellos.
En el Evangelio hay un pasaje bastante revelador, los discípulos de Emaús, que incapaces de comprender la muerte del Maestro, se marchan desilusionados. Jesús se les aparece en el camino, aunque ellos no lo reconocen, y empieza a explicarles el sentido de algo que tenía que pasar junto con el significado de ello. Se les abren los ojos justo cuando parte el pan, que no es otra cosa que la entrega a los demás.
Lo que quiero destacar es que en la vida, todo, absolutamente todo, tiene un sentido y es una lección en la que podemos aprender, crecer y madurar. Cada situación nos invita a algo nuevo en lo que nuestra vida se puede desarrollar y mejorar. Solo hay que hacer una cosa: pararse, aprender, reflexionar y estar abiertos a lo que la vida nos trae y sobre todo darse cuenta de lo que cada situación puede aportarnos a la vida en vez de quitarnos.