Vivimos en una inmensa lucha entre el ser y el aparentar, entre lo que somos y lo que nos gustaría llegar a ser, entre nuestra propia identidad y lo que conseguimos obtener en la vida. Luchamos entre el Ser y el Tener, entre el Ser y nuestros Logros.
¿Somos lo que conseguimos? ¿Lo que logramos?
¿Somos lo que la gente aprecia en nosotros?
¿Somos, tal vez, lo que desprecia de nosotros?
¿Somos lo que hacemos?
¿Somos lo que decimos?
¿Somos lo que aparentamos?
En realidad somos, y quizá no todas las veces, lo que nos mostramos a nosotros mismos cuando no hay nadie a nuestro alrededor.
Somos lo que brota desde nosotros de forma libre y espontánea.
Somos aquello que nos hace disfrutar cuando nadie nos ve.
Somos aquello en lo que nos sentimos bien con nosotros mismos, sin que nuestra imagen, nuestras expectativas y nuestros logos nos condicionen en absoluto.
La realidad es que deseamos llegar a casa muchas veces para quitarnos ropas, caretas, apariencias y sentirnos libres con nosotros mismos.
No somos aquello que se espera de nosotros, ni incluso lo que yo espero de mi mismo, sino lo que realmente soy.