Una de las grandes dificultades a la hora de formar equipos es motivar, entusiasmar, conseguir el compromiso de la gente, máxime cuando se está empezando y sabes que comes fruto de tu trabajo, de tu esfuerzo, de tu productividad y de tu capacidad de vender tu imagen, junto con la confianza que ésta debe generar, de vender tus productos, con la consiguiente calidad que éstos tienen y vender tu propio proyecto. Pero, ¿qué falta?
Se me antoja que puede faltar algo muy importante: integrar el proyecto, si es que lo tienen, de los clientes finales, colaboradores o familiares dentro del tuyo.
Motivar a otros con los mismos argumentos con los que yo me motivo no creo que sea lo más adecuado. Mis motivos, valores, sentimientos o sensaciones pueden ser radicalmente diferentes. Lo que a mi me motiva a otros los puede dejar indiferentes, como a mi me puede dejar indiferente lo que a otros les motiva. Para gustos se pintan colorea.
¿Por donde podemos motivar a los demás? Pues partiendo de su interior, removiendo sus sentimientos, aspiraciones y sueños adormecidos, conociendo las ilusiones a las que han renunciado o les han invitado a renunciar. Volver a ilusionar a otros es partir de lo que les hace vibrar y de lo que les hace sentir que la vida tiene sentido para ellos. ¿Qué tiene sentido para ellos? Pregúntales que hacen cada día y podrás comenzar a saber algo. Pregúntales si se sienten felices y satisfechos y sabrás un poco más. Pregúntales como se sentirían más felices y posiblemente habrás encontrado mucho más.