Viendo estos días las imagines de la terrible situación a la que se enfrenta el Japón hay algo que a todos nos ha llamado la atención de forma sobresaliente: el control emocional de las víctimas que han sobrevivido a los percances y el de la población en general.
Hay que decir que la ausencia de imágenes de dolor no quieren decir que no exista dentro de las personas. El mismo embajador de Japón en España dejaba claro que el dolor se llevaba muy dentro de cada uno. Escuchando a una madre japonesa a la entrada del colegio de sus hijos manifestaba de forma clara y contundente que no podía trasmitir emociones negativas a sus hijos. La vida continuaba y tenían que salir adelante. Otra de las frases que más me han impactado es la fortaleza, la fe y la seguridad con la que miran al futuro y afirman de que "Japón saldrá adelante".
Pero lo más elocuente y llamativo es las largas filas, tranquilas y sin luchas para recibir comida o ayuda; la serenidad con la que se dejan analizar por si son portadores de radioactividad, la falta del pillaje que se da en estos casos para aprovecharse de los restos que deja la desgracia ajena.
Las emociones son parte de nuestra vida, pero detrás de cada emoción hay una idea, un pensamiento, una creencia que hace que elijamos actuar o reaccionar de una manera u otra. La desgracia es visible, patente, real. ¿Qué hace, pues, que se viva de una forma tan serena, ejemplar y digna de admiración? Hay victimas por medio, pobreza y ruina, dolor y miseria. ¿Qué hace que lo vivan de una forma tan equilibrada? Algo aprendemos de ello. ¿Se te ocurre alguna idea?