24/11/15

Escuchar de verdad.






Es una frase que me encontré casualmente ayer y que tiene mucho sentido, más que nada porque somos personas que cargamos mentalmente con muchas cosas: experiencias, creencias, sentimientos y otras tantas más que, por lo de pronto, ponen un serio prejuicio a la hora de dialogar y de aprender de otras situaciones.

Me doy cuenta que muchas veces no nos informamos sobre la otra persona, sobre la situación que se está viviendo en un sitio determinado. La información es la base para conocer y aprender sobre cualquier cosa en la vida. Creer que lo sabemos todo puede pasarnos una factura bastante grande pues podemos equivocarnos de una manera estrepitosa.

¿No hemos vivido situaciones personales en las que creíamos que una persona o situación eran de tal manera hasta que después de informarnos, muchas veces tarde, nos hemos dado cuenta de la equivocación cometida? Creo que todos lo hemos vivido y en más de una, dos o tres situaciones.

Hoy dicen que estamos en la época de la información, y que la información es poder. Se paga hasta por ella. Pues bien, informarse requiere por una parte guardar silencio, escuchar, aprender, cuestionar constructivamente lo que se está escuchando no para destruir sino más bien para pulir y hacer más valiosa la información. Callarse y guarda silencio es es una actitud fundamental.


Querer aprender, es la segunda. Y para ello no queda otra que, además de escuchar, es vital. Saber preguntar. Curiosidad, interés, querer profundizar e incluso mostrar un mínimo de interés por lo que la otra persona está diciendo o por lo que las diferentes situaciones o culturas nos muestran. La curiosidad, esa actitud innata que desarrollamos desde niños, es la que nos ayuda a alcanzar la información que muchas veces necesitamos.

Si escuchamos tal vez no estemos de acuerdo en algunas o muchas cosas, pero si aprendemos y logramos ver las situaciones desde diferentes puntos de vista que nos ayudan a enriquecernos como personas.