22/11/13

Convencido para convencer



Uno de esos diálogos enriquecedores que se dan a la puerta del colegio mientras esperas a un hijo o de los que se dan cuando estás esperándolo a la salida de una actividad extraescolar. Son momentos muertos en los que puedes decidir hacer nada o aprovechar para aprender algo de la gente que te rodea.

Al niño le habían puesto un trabajo en clase. Lo tenía que hacer con un compañero. Se repartieron la tarea, y como el compañero no tenía impresora se encargó de hacer el trabajo y el niño en cuestión se encargó de buscar la foto y de imprimir el trabajo.

Cuando la madre vio el trabajo del niño se quedó extrañada porque no iba en absoluto con la personalidad de su hijo. Comenzó a realizarle preguntas sobre el trabajo y prácticamente las respuestas eran frías, vacías y sin pasión alguna. 

La madre se dio cuenta y comenzó a preguntarle al hijo porque había escogido ese tema a lo que el hijo le respondió que había sido por la repartición del trabajo, y que su compañero había escogido el tema porque era un tipo de música que se escuchaba en su casa.

La madre frunció el ceño y le dijo al hijo: ¿Sobre qué personaje te gustaría conocerlo mejor? 

El niño respondió: sobre el primer astronauta que pisó la luna, respondió con sus ojos bien abiertos.

La madre complaciente le sugirió: ¿Por qué no vas al ordenador y averiguas algo sobre él, lo resumes, lo escribes y me lo cuentas?

El niño se fue a su ordenador y leyó sobre la vida y experiencia de Armstrong. Al cabo de un tiempo apareció por el salón de su casa donde estaba su madre y sin necesidad de leer lo que estaba escrito y con una buena carga de pasión le contó a su madre todo lo que había aprendido.

¿Dónde estriba la diferencia? A veces leemos lo que no hemos escrito; otras veces hablamos de lo que no sabemos, muchas veces aconsejamos lo que no hemos experimentado y la mayor parte de las veces no vivimos lo que realmente queremos vivir. ¿El resultado? Estamos vacíos y trasmitimos aquello que llevamos dentro, algo con lo que no nos identificamos, algo que no nos llena.

Y lo veo cuando veo a gente leer discursos; cuando literalmente los leen, pierden. Y pierden porque se aferran a la letra y no a la pasión de aquello que llevan dentro.

¿Cuál es la mejor manera de aprender? Enseñando y aprendiendo a y de los demás.

¿Cuál es la mejor manera de trasmitir algo? Comunicando aquello de lo que realmente estás convencido y has vivido, la experiencia.

Cuando ves a un vendedor que compra en una compañía diferente a la suya, ¿qué piensas? Que lo suyo no tiene calidad, o tiene peor precio.

No trasmitiremos nada real si no estamos convencidos de ello, porque una cosa es trasmitirlo de palabra y otro con la vida. Y hoy por hoy es la vida la que realmente convence y arrastra a otros.