Ayer escuchaba a Rosa hablar de su clamoroso éxito en una representación que había hecho. Todo eran elogios para ella y una de las cosas que dijo me llamó la atención: “Éste éxito me das más confianza en mí misma, hay que llegar a él para poder experimentar ésta confianza”. La verdad es que me quedé pensando y creo que tiene algo de razón, aunque hay algo que no llego a compartir del todo.
¿Llega la confianza en uno mismo porque has obtenido éxito o el éxito llega porque es fruto de una confianza que has depositado en un proyecto y en ti mismo?
Es cierto que él éxito ayuda a fortalecer la confianza en uno mismo pero, ¿podríamos llegar a éste sin la confianza? A mí se me antoja que no. Puede darse que la confianza esté disfrazada o que pueda estar rodeada de dudas, pero la confianza está ahí. Desde el momento en el que das el paso, desde el momento en que caminas hacia un objetivo hay algo que dejas atrás y algo en lo que te adentras, y todo ello requiere dosis pequeñas o grandes de confianza en uno mismo y en lo que quiere conseguir.
Un ejemplo de ello puede ser una conversación de ayer en la tarde en la que alguien en sus cuarenta años largos decía que no sabía nadar y que difícilmente aprendería. Si tienes un mínimo de confianza en ti mismo y un mínimo de voluntad, lo intentas. Sabes que podrás conseguirlo hoy o dentro de un año, que podrás nadar solo o con ayuda de un flotador, de unos manguitos o de una burbuja. Inicias un proceso, un proceso que te llevará a un primer paso, meterte en el agua. Esto ya es un éxito ya que de no meterte en el agua sería un fracaso porque no confiarías ni en ti mismo, ni en lo que saber nadar reportaría a tu vida, ni en las minimas remotas posiblidades: cerrazón y falta de confianza total.
El segundo paso sería centrarse en algo tan bonito, tan agradable y tan relajante como es el nadar o el flotar en el agua. “Dejas” por un lado el miedo y la ansiedad que dan lugar a un sentimiento de peligro, para hacerte amigo que una sensación de relax, bienestar y, ¿por qué no?, amistad de con el agua, para jugar con ella, chapotear con ella, descansar en ella y comenzar a flotar en ella.
La confianza se da cuando comienzas a conocerte a ti mismo, cuando comienzas a aceptarte, cuando comienzas a conocer a lo que te enfrentas, cuando comienzas a tocar lo que temes, cuando comienzas a controlar la situación y cuando finalmente la dominas. Serían los niveles que Bateson diría para alcanzar la competencia inconsciente que genera una confianza absoluta en nosotros mismos:
Incompetencia Inconsciente: No sabemos que no sabemos nadar.
Incompetencia consciente: Sabemos que no sabemos nadar.
Competencia consciente: Sabemos que estamos aprendiendo a nadar y que damos pasos.
Competencia inconsciente: Ni nos damos cuenta de cómo nadamos. Lo hacemos de forma inconsciente.
El éxito no sólo refuerza nuestra confianza en nosotros mismos, sino que es fruto de esa confianza en nosotros mismos.