2/3/16

El poder de la conversación


La importancia de la buena conversación.

Ha sido un día curioso en el día de hoy. Tuve ocasión de conversar con una persona que hacía más de 35 años que no hablaba con ella. Una persona que allá por el año 1977 vivió toda una serie de problemas y que tuve el honor de poder apoyarla en esos momentos tan duros. Durante la conversación me recordó aquellos momentos, pero también me hizo ver que en transcurso del tiempo que pudimos hablar hubo dos momentos en los que hablando sin más le llegué al fondo de una situación que actualmente estaba viviendo.
Una pequeña e insignificante experiencia como esta que no deja de ser importante nos lleva a pensar en las muchas conversaciones que tenemos en la vida y, muy probablemente, en las que deberíamos tener y que por sentimientos, tiempo, rencores y otras circunstancias no las tenemos e incluso no nos atrevemos a tener. Son conversaciones difíciles pero necesarias en la vida.
Todos tenemos experiencias de conversaciones muy productivas y que nos llenan, conversaciones que aportan algo a nuestra vida. Conversaciones que han hecho que deseáramos que no pasaran las horas porque nos sentíamos bien a gusto. Si cada uno de nosotros echa la vista atrás podrá cuantificar y vislumbrar muchas de ellas. Conversaciones hasta el amanecer, conversaciones en las que se nos olvidaba que teníamos la sartén al fuego en la cocina, conversaciones en las que hasta nos olvidábamos de nuestros hijos. ¿Recuerdas esas conversaciones?

Las buenas conversaciones.

¿Qué hacia o hace que esas conversaciones aportaran energía e hicieran que el tiempo pasara sin que nos diéramos cuenta?
    • La propia riqueza y experiencia personal. Creo que es algo totalmente clave. A veces es muy difícil comunicarse con algunas personas. Aparentemente no tienen nada que compartir, sus vida parecen sobrevivir más que vivir. La riqueza se adquiere a través de la propia experiencia de la vida y de la capacidad de aprender de ella, es decir de la curiosidad, observación e integración en la misma vida. Observando lo que sucede a nuestro alrededor cada día podemos obtener mucha riqueza de los demás así como de todas las cosas.
    • La riqueza del otro y su propia experiencia. La riqueza de una conversación no está solo en la capacidad de dar de lo que tenemos, sino de la importancia de saber callarnos para aprender del otro, de la curiosidad de profundizar en la vida de los demás, de preguntar, observar y valorar, no como cotilleo o chismorreo, sino como reconocimiento de la sabiduría que hay en el resto de las personas. Si no existe esta capacidad de escucha tal vez ofrezcamos una imagen invasora y prepotente que no es capaz de aprender de los demás. ¿Qué puede suceder? Que ante nuestra falta de interés y nuestra prepotencia o arrogancia los demás se encierren, se pongan a la defensiva y no compartan su riqueza con nosotros por no saber valorarla o no tener que dar explicaciones.
    • La empatía. Todos tenemos conocimientos muy importantes, podemos tener claras muchas cosas e incluso saber expresarlas pero, ¿sabemos comunicar de forma efectiva? Para ello hay que ponerse en la situación de la otra persona. Hablar de tu experiencia dando libertad  a que otros la puedan tener o no, intentando comprender a la otra persona en lo que siente y no en lo que nosotros podríamos sentir en esa situación. Cada persona somos un mundo. No tenemos derecho a interpretar la vida de los demás, son ellos los que la interpretan, aunque su interpretación no coincida con la nuestra.
    • Sumar y multiplicar. Las buenas conversaciones son las que aportan al otro conocimiento, clarificación y experiencia en libertad. Son las que suman y multiplican sentimientos de reconocimiento, respeto e interés por el otro. Siempre he pensado que esta canción basada en la Carta de San Pablo a los Corintos nos ofrece los ingredientes esenciales no sólo del amor, sino también de la buena y constructiva conversación.