26/7/12

Jesús, crecimiento y libertad



Una de las tareas más difíciles y dolorosas es la de ver crecer y permitir crecer a los demás. Nos gustaría que todos siguieran nuestros pasos, tuvieran en cuenta  nuestros consejos y visiones de la vida y anduvieran por las mismas sendas que nosotros.

En la parábola del Hijo Prodigo vemos de una forma muy clara que educar, querer y dejar crecer a los demás implica libertad y que los demás puedan escoger a pesar de que no compartamos los mismos puntos de vista. El Padre permite que su hijo se vaya. Es la misma libertad que le da y le ofrece a los discípulos cuando éstos notan que la gente va dejando a Jesús a un lado por la coherencia de su mensaje: "¿También vosotros queréis iros?", le dije Jesús a Pedro. 

Dejar irse, respetar el camino del otro implica la libertad, no del otro, sino la de uno mismo que opta por la no dependencia del seguimiento o aceptación de los demás. Implica la libertad de sentirse seguro en el camino que uno ha escogido, las creencias por las que ha optado y los valores que quiere vivir aunque otros así no lo sientan.

Tal vez los demás puedan equivocarse, malgastar la vida, dilapidarla y en un momento dado recapacitar, darse cuenta del tiempo perdido o de las equivocaciones realizadas y dar marcha atrás, bien porque no le queda más remedio, bien porque la vida carece de sentido en lo que está viviendo, bien por necesidad o seguridad.

Recibir, acoger y aceptar a los demás cuando recapacitan y se dan cuenta del error tiene la misma fuerza que la libertad que les das cuando los dejas ir. No es cuestión de lo que los otros hagan o quieran hacer, es cuestión de vivir plenamente la libertad de ser y de dejar ser a los demás.