No dejo de agradecer a John Grace, fallecido ayer en Chicago, la gran enseñanza que me ha dejado. Si ayer recordaba tres pequeñas experiencias hoy quiero seguir rindiéndole homenaje:
- Era un sábado por la tarde. Yo era un simple seminarista ayudando en la parroquia de St. Ludmilla en Chicago. John iba a celebrar la misa. Los dos estábamos en la puerta de la sacristía a punto de salir. Las campanadas de las 8 comenzaron a sonar. Nos miramos y el dijo: "Adelante". Puso su mano sobre mi espalda se acercó a mi oído y me dijo: "Hoy predicas tú". Y con la misma mano me empujó hacia el altar sin darme ocasión a mediar palabra. Fue mi bautizo en predicación. Viví la espera con calma. El confiaba en mí, ¿por qué no hacerlo yo también? Y mi primera experiencia fue tranquila, informal y mirándole a los ojos a la gente. Ví que me seguían y que yo llegaba a ellos. Él me lanzó al agua, al ruedo, al peligro y sin avisar. Mi autoestima subió. Me sentí valorado y no traicionado por haberme lanzado sin previo aviso ante la asamblea. ¡Cuántas veces John necesitamos de esa mano que confía en nosotros, que nos da la libertad, que sabe delegar.
- Después de una semana dándole vueltas y ante a exigencia que ayer comenté de hacer un proyecto de trabajo para pasar el verano del 1980 en la Parroquia me acerqué y se lo presenté. Abrió los ojos y me pregunto: ¿Tu crees que lo conseguirás? ¿Tu crees que la gente lo aceptará? Le dije que sí. El me comentó que ninguna de las parroquias de alrededor nos seguiría. Le dije que era consciente de ello. Tan sólo le dije que confiaba en mi equipo. Me miró y me dijo: Adelante, eso sí, no me pidas que lo asuma yo. Tienes todo mi apoyo, pero serás tú el que llevarás el proyecto adelante. Y delegó esa gran responsabilidad en mí. Supo delegar. Una vez más supo abrirse a la novedad y a delegar sin miedo alguno. ¡Gracias John por saber confiar y por saber delegar! Me recuerdas a la Virgen en el momento de la anunciación: ¿Y cómo será posible si no conozco varón....? Tu sabías que el cómo estaba en mano tuya, mía, del equipo pero sobre todo de la Acción del Espíritu. ¡Cuántas veces necesitamos que nos miren a los ojos y nos digan: ¿Crees en ello?! Pues adelante. Gracias John por tu fe en Dios y en los que vivimos a tu alrededor. Supiste abrir caminos a través de cada uno de nosotros. Gracias.
- ¿Recuerdas John aquella tarde en la que tu y yo sentamos en la cocina de la rectoría a los pandilleros a comernos una pizza y intentar acercarnos a sus vidas? ¡Cuánto aprendí de ti! Gracias por tu libertad, por tu cercanía, por tu familiaridad. Tu vida ha sido ese destello del amor de Dios que se deja ver a través de cada uno de nosotros. Gracias. Y sigues vivo en cada uno de nosotros a través de esos detalles. Son los detalles y las vidas que nunca mueren, porque como le dijo el angel a las mujeres: No busquen a Jesús entre los muertos. Vayan a Galilea. ¿Galilea? Si, Galilea, donde Jesús había mostrado públicamente su amor, ese AMOR John, que tu también nos has dejado ver. Gracias.