31/1/13

Aceptarse para aceptar



Conversaba hoy por la tarde con una persona el porqué son tan difíciles las relaciones interpersonales, relaciones que también lo son entre pueblos, entre diferentes capas sociales, etc.

Yo le dejaba ver que las relaciones son complicadas desde el principio de la historia. Te acuerdas de la historia de Caín y Abel? Caín representaba una mentalidad, la agrícola, la sedentaria, la que generalmente tenía siempre las mismas ideas. Abel, por el contrario, era pastor, nómada y por ello viajaba, lo que conlleva conocimiento de otras culturas, gentes y experiencias. Se enfrentan las ideas, las creencias, las maneras de ver la vida. Aparte de los celos que manifestaba Caín que son el prototipo de la inseguridad personal que muchas veces tenemos y mostramos de esta manera.

¿Qué sucede si alguien piensa diferente que yo o no comparte mis ideas, mis puntos de vista o mis creencias? Si analizamos por dentro nuestros sentimientos nos sentimos mal. Nos da la impresión de que si no se comparte lo mismo que creemos o pensamos no valemos como personas. ¿Es necesario tener razón ante los demás o gozar de su beneplácito? No. Lo importante es sentirse bien por lo que uno cree, piensa y siente en la vida. Gozar con la coherencia con uno mismo y disfrutarla. Otros gozarán de la suya.

El haber recorrido mundo, a mi personalmente, me ha abierto la mente y me ha ayudado a relativizar cantidad de cosas que podemos y puedo considerar importantes. He conocido gente muy diferentes y sobre todo lo que más valoro no es tanto lo que saben sino la capacidad de amar y la manera de hacerlo que muchas veces es la misma que yo tengo y que otras es diferente, y que por ello te enseñan a amar.

Es la insatisfacción personal la que nos lleva a querer estar por encima de los demás, a comer del fruto prohibido que no es precisamente comer una manzana, sino probar a ser diferentes a lo que realmente somos. Cuando somos capaces de aceptarnos a nosotros mismos no necesitamos ni escondernos de los demás, al igual que Adán y Eva, ni avasallar a otro para sentirnos con el poder y el control de la vida.

No somos más importantes o felices por controlar a los demás. Si lo somos cuando vemos que somos capaces de aceptarnos a nosotros mismos, de querernos y de mostrarnos tal y como somos ante los demás. Es la auténtica libertad de querer ser lo que realmente somos. Y cuando nos apreciemos a nosotros mismos, seremos capaces de apreciar a los demás, aún siendo diferentes a nosotros.