La ira es un ácido que puede hacer más daño
al recipiente en la que se almacena
que en cualquier cosa sobre la que se vierte.
Séneca
La ira, el rencor, los resentimientos y todas las emociones negativas juegan un importante valor negativo cuando dejamos que se descontrolen dentro de nuestras vidas. Hay quien piensa que son una emociones legítimas de sentir y de expresar ante situaciones que nos molestan, nos hieren o nos frustran. A veces, incluso, llegamos a pensar que mostrándolas marcamos mejor nuestro territorio y es como si el orgullo hiciera crecer nuestra propia autoestíma.
Hace tiempo solía preguntar a la gente sobre quien era el mayor beneficiado a la hora de perdonar, si el que perdonaba o el perdonado. Curiosamente muchas de las respuestas, sino la mayoría, indicaban que era el perdonado. Cuando se le perdonaba, se le hacía un favor.
Puede que haya circunstancias en las que uno se pueda sentir beneficiado del perdón que otra persona le otorga pero, ¿te has parado a pensar sobre los sentimientos que se guardan en las personas que llevan el rencor, la ira, la envidia, los celos, etc, dentro?
La vivencia de todas estas emociones negativas son extremadamente perjudiciales para la propia salud mental y física de las personas. Es algo que nos corroe por dentro, algo que nos impide ser y comportarnos libres ante los demás. A cada paso y en cada momento parecemos estar en actitud de defensa, de ataque o de constante venganza. Perdemos nuestra propia paz, nuestro propio equilibrio y nos privamos de poder hacer otras cosas más positivas que llenan nuestras vidas de más sentido, alegría e ilusión.
Mientras no comprendamos que las emociones negativas dañan más a uno mismo que al que se pretende herir no gozaremos de los beneficios de la propia libertad y de la propia vida que nos invita constantemente a ser lo que en esencia somos: amor.
Sólo en el amor, podemos realizarnos.