Hablaba ayer con un amigo que me comentaba que hacer cuando los vientos soplan en contra y, sobre todo, cuando quien tiene que apoyarte no sólo no lo hace sino que duda constantemente de tu valía, de tus metas y constantemente intenta hacerte venir abajo.
Es posible que muchas veces las emociones se crucen en los caminos de aquellos que tengan bastante o poca afinidad. Desde el odio visceral hasta las envidas, sanas o no, pueden ser un obstáculo. También puede ocurrir que el mensaje que demos a los demás no llegue tal y como nosotros queremos trasmitirlo. Pero lo que si es cierto que ante esas situaciones uno puede estar tentado a arrojar la toalla y a venirse abajo.
Entrar dentro de uno mismo, retomar las metas y objetivos, pero sobre todo los motivos que nos llevaban a buscar esos resultados en un principio resulta esencial. Pero más importante es volver la vista atrás y valorar los pasos y los pequeños triunfos que hemos cosechado hasta la fecha. Volver atrás para alimentarse de lo conseguido a lo largo de la carrera de la vida y para apoyarse en esos pequeños o grandes triunfos para seguir creyendo en nosotros mismos, en nuestras posibilidades, en lo que llevamos dentro y que ya nadie nos lo puede quitar porque lo hemos vivido en su momento.
El mayor enemigo no está fuera de nosotros, somos nosotros mismos, nuestra falta de confianza, de auto credibilidad. Levantarse cada mañana, mirarse al espejo, sonreírse y decirse de forma clara y tajante: Si puedo, si valgo, si quiero y si es posible es el mayor regalo que nos podemos hacer al llegar el nuevo día, sobre todo cuando el viento viene en contra.