Nuestras convicciones más arraigadas,
más indubitables,
son las más sospechosas.
Ellas constituyen nuestro límite,
nuestros confines,
nuestra prisión.
José Ortega y Gasset
¡Cuánta razón tiene Ortega y Gasset! Los que más nos encerramos en nuestras verdades e ideas más presos nos sentimos de ella, más miedo tenemos a lo que puede haber más allá de ellas y más inseguros nos encontramos sin ellas. Son nuestra prisión, nuestra esclavitud y nuestro dolor de cabeza.
Siempre me llamó la atención aquel pasaje bíblico donde Dios le pide a Abraham que sacrificara a su hijo único, a Isaac, que además era el hijo de la promesa que Dios le había dado y prometido. Un regalo que luego está a punto de ser retirado. ¿Qué tiene ello que ver con las verdades de nuestra mente?
Nada en la vida es absoluto, todo es relativo. Todo está en función de nuestra libertad, de nuestro crecimiento, de nuestro "querer ser" lo que realmente somos. Así podemos entender aquellas polémicas actitudes de Jesús de "curar en sábado",que estaba prohibido, o la de "arrancar espigas en sábado" que también estaba prohibido. "La ley, diría Jesús, fue hecha para el hombre y no el hombre para la ley." No somos en función de lo que pensamos, sino que tenemos que pensar en función de lo que somos, personas libres en constante evolución y crecimiento".
Todo aquello que nos cierra a los demás, a la vida, a aprender, a evolucionar y a construir nuestra vida basada en el amor y la energía está en contra nuestra por muy buenas y saludables que puedan ser esas ideas. Somos imágenes y semejanza de Dios en la medida en que somos libres, creativos y liberadores de vida y energía hacia nosotros y hacia los demás.
Permitir que mis propias ideas me empobrezcan hace que mis propias ideas me devalúen como persona y que devalúe la vida misma y la vida de los demás.