Leí hoy un artículo de Francesc Miralles que me gustó sobre la importancia de ir haciendo las cosas en su justa medida y no querer llegar lo más rápido posible a los objetivos que uno desea. Hay cantidad de frases y refranes que nos invitan a ello. Todo en la vida tiene su tiempo: tiempo de nacer y tiempo de morir, tiempo de hablar y tiempo de callar, tiempo para la guerra y tiempo para la paz como se nos invita en el libro del Eclesiastés. Y ciertamente todo tiene su tiempo:
- Para nacer necesitamos nueve meses.
- Para ser mayores de edad necesitamos 18 años de vida.
- Para aprender un idioma necesitamos tiempo.
- Para desarrollar una amistad también necesitamos un proceso-
- Para conseguir un buen vino, necesitamos tiempo.
- Para que una comida quede exquisita, necesitamos tiempo.
Todo requiere su tiempo en la vida. Hasta el bambú requiere siete años para que se vea de forma visible su crecimiento. Te invito a releer conmigo ese artículo que deja mucho contenido para aprender:
¡Buenos días!
En todo el revuelo creado por la compra de THE WASHINGTON POST por parte de Jeff Bezos, me ha llamado la atención una cosa: los analistas económicos coinciden en calificar al fundador de Amazon como un “empresario de alto riesgo”. Luego veremos qué significa eso, porque es el meollo de lo que quiero contar.
Como buen emprendedor americano, este hombre inició su proyecto en el garaje de su casa. Hoy posee la tienda electrónica más grande del mundo y una fortuna superior a los 25.000 millones de dólares. No contento con ello, además de adquirir la cabecera norteamericana, hace años que invierte su dinero en un proyecto espacial prácticamente secreto. Hasta hace muy poco.
Hace un mes se supo que su empresa Blue Origin, donde trabajan científicos espaciales desde el año 2000, recuperó del fondo del Atlántico un propulsor de la misión Apollo XI, la que llevo a los primeros humanos a la Luna. También ha sido recientemente que Bezos ha permitido que veamos su cohete, bautizado como Goddard, que ha vivido un primer lanzamiento con éxito.
Esta nave de aspecto “retro” (ver foto) es un desarrollo de la DC-X, una cápsula de despegue y aterrizaje vertical que diseñó McDonell Douglas para la NASA hasta que en los noventa les cortaron la financiación. Ahora estos mismos ingenieros trabajan para Bezos, que nadie sabe dónde tiene su horizonte. No se trata ya de llevar a turistas millonarios al espacio, como Richard Branson, sino de algo inimaginable.
Pero volviendo a lo que hablábamos al principio: ¿por qué se considera a Jeff Bezos un empresario de alto riesgo? Porque apuesta su tiempo y su dinero en proyectos que solo serán rentables a la larga. Hablando en plata: porque tiene PACIENCIA. Amazon estuvo en pérdidas durante más de una década hasta arrojar los primeros beneficios, porque la filosofía de la empresa ha sido siempre reinvertir para crecer. Y no le ha ido nada mal.
Levantar THE WASHINGTON POST, con sangrantes pérdidas desde hace años, va a costar lo suyo, y no digamos ya financiar una misión espacial tripulada sin ayuda estatal alguna. Pero si algo tiene este hombre es PACIENCIA, un valor que fue despreciado por la cultura del pelotazo que nos ha llevado donde estamos ahora. El mismo valor que ha sustentado a los que han sobrevivido al huracán.
Warren Buffet dice que no puedes invertir en bolsa a menos que seas capaz de ver caer tus acciones sin asustarte. Si tu apuesta ha sido sólida, lo que bajó volverá a subir. En un tiempo en el que la paciencia se asocia al alto riesgo, merece la pena extraer lecciones de todo esto para nuestra vida cotidiana.Desde mi modestísima parcela, nunca olvidaré la noche que organicé mi primera presentación literaria en un lugar donde nadie me conocía: un espacioso auditorio en la biblioteca de Sabadell con capacidad para 200 personas que tenía un flamante piano. Los que me conocen saben ya lo que sucedió.Emocionado con el “bolo”, pagué 80 euros que no tenía a un joven y talentoso actor para que leyera partes de mi libro mientras yo le ponía banda sonora al piano. Al arrancar el acto, nos quedamos helados.
No vino nadie.
Un cuarto de hora después, las dos organizadoras obligaron a un viejo que pasaba por allí a quedarse y ellas mismas se sentaron a hacer bulto en la sala desierta. Realizamos el show de 45 minutos que habíamos ensayado para tres personas que se encontraban allí a la fuerza. Al terminar, el actor y yo regresamos a Barcelona en coche con un silencio sepulcral. Yo tenía el alma en los pies cuando me entró el SMS de un amigo enfermero que estaba trabajando.
“¿CÓMO HA IDO?”, preguntó. Yo le expliqué sin tapujos que había sido un fracaso vergonzoso. Fue entonces cuando este amigo me hizo una observación que jamás he olvidado. Desde el quirófano donde hacia guardia me dijo: “TEN EN CUENTA, FRANCESC, QUE HAY COSAS EN LA VIDA QUE NO SALEN A LA PRIMERA”.
En lugar de arrojar la toalla (de aquel primer libro, una rara avis, se vendieron en total 136 ejemplares) decidí apostar por un proyecto a largo plazo, asumir el riesgo de tener paciencia. A día de hoy, sin haber entrado muchas veces en listas ni estar entre los potentados del Forbes, como Jeff, puedo decir que mereció la pena no dejarse vencer por un auditorio vacío.
Aquí termina este larguísimo post (más o menos el doble de lo habitual) por el que pido disculpas al lector. Gracias por leer hasta el final. Tómalo como un ejercicio de la paciencia que necesitarás para llevar a buen término tus sueños. Como reza el lema de la compañía Blue Origin, Gradatim ferociter (paso a paso, implacablemente).
Quien sabe, quizás algún día tu paciencia te lleve al espacio exterior o incluso más lejos.
Con cariño de largo recorrido,
Francesc