Era una pregunta curiosa en la que se invitaba al que respondiera, o a todos los que respondieran, a un viaje al otro lado del Atlántico. ¿Pregunta con truco? No. Una simple pregunta que todo el mundo podría responder, pero que tal vez nadie lo haría. Una pregunta tan simple como el decir el nombre de cada uno de sus cuatro bisabuelos. Yo desde luego que no sabría responder. Desconozco el nombre de ellos.
¿Cuál es la importancia de la pregunta y de su respuesta? Dicen que en el lecho de la muerte una de las sensaciones que cobra más importancia es el legado que dejamos en la vida. También se comenta que no es lo que dejamos sino la sensación que dejamos lo que hace que uno se sienta realizado o no en la vida.
¿Pasar por la vida sin pena ni gloria? Hoy leía a un misionero decir que en el fondo también ellos buscan el reconocimiento en lo que hacen. ¿Quien no? Una de las frustraciones más grandes y que dan un vacío a la vida es la sensación que se tiene cuando la propia vida no llega a otros.
No es cuestión de que busquemos el aplauso de los demás. Los mejores aplausos muchas veces salen sin haberlos buscado. Pero sí es importante el saber que nuestra vida es útil, primero a nosotros mismos, y luego a los demás. Y creo profundamente que muchas veces nos sentimos más llenos y felices en la medida en que somos capaces de llegar a los demás y ser "significativos" en sus vidas por haberlos tenido en cuenta y potenciado.
Queda la pregunta ahí: A día de hoy, ¿qué aporto a la vida y a los demás? ¿soy de los que dejo huella y buen sabor? Y aunque solo sea a pequeña escala, la escala familiar, podrán mis biznietos reconocerme y sentirse orgullosos de mi legado, de lo que les he dejado a sus padres y abuelos. La vida adquiere más sentido en la medida en que soy capaz de aportar vida a la misma vida y a los que en ella viven día a día.