Recuerdo que en día mi madre me comentaba una experiencia que había tenido la noche anterior. Había acabado todos sus quehaceres y se disponía ya para ir a la cama. Como todos los días recogía un poco la cocina, apagaba la luz y se iba para la habitación. En esta ocasión apagó la luz de la cocina, cerró la puerta y de repente se encontró en el largo pasillo de casa totalmente a oscuras, con una puerta cerrada y totalmente desorientada. Por un momento pensó en dar un grito, pero no lo hizo pensando en todos los que estábamos durmiendo. De repente respiró hondo y con esa bocanada de aire consiguió tranquilizarse. Hizo tan sólo un pequeño movimiento con el que pudo alcanzar el interruptor de la luz del pasillo y cuando la encendió la tranquilidad volvió a su vida.
Son muchas las veces en las que la vida nos muestra su lado más oscuro, lado que nos hace entrar en una situación de angustia, nerviosismo y de impotencia. Intentamos dominar esas situaciones y lo único que hacemos es sentirnos peor haciendo que ellas nos dominen a nosotros. Es como una de esas tantas veces en las que quieres dormir y batallas para hacerlo. Te das una y otra vuelta, te pones boca arriba, boca abajo y nada. Hay momentos en que te das la vuelta y pones la cabeza a los pies de la cama o incluso apoyas los pies y piernas en la pared. Cuando te das por vencido y aceptas la situación caes rendido de sueño sin darte cuenta.
Tal vez el primer paso es aceptar la realidad: no veo salidas, me siento impotente, no encuentro trabajo o no consigo realizar este sueño o proyecto. ¿Qué pasa cuando lo aceptas? Dejas, simplemente, un estado de lucha que tiene tu mente ocupada y no le das la libertad para que encuentre soluciones a lo que buscas. La aceptación de la realidad te libera, te hace amigo de la oscuridad, del insomnio, del fracaso, del problema. Aceptas lo que hay y desde ahí, desde esa libertad, comienzas a ver lo que la lucha interna no te permitía ver: sombras, pequeñas luces, otras posibilidades y cantidad de recursos de los que puedes echar mano. Una veces pueden ser sentidos corporales que casi nunca utilizas, otras veces las intuiciones. Hay momentos en que ves la luz en algo que pasa repentinamente por la calle o en la frase que oyes de cualquier persona. Tu mente ha descansado en la lucha y en ese descanso te ofrece la cantidad de recursos que hay dentro de ti.
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Aceptar, una vez más, no es resignarse sino más bien controlar la situación en vez de que la situación te controle a ti. Aceptar es el inicio de la recuperación y de poder ver las cosas desde nuevas perspectivas.
Hay una dinámica que a veces hemos utilizado en encuentros y convivencias en las que nos tapan los ojos. Unas veces nos lanzan solos a recorrer espacios que no conocemos con los ojos tapados, otras con personas a nuestro lado que nos van guiando. Son dinámicas que nos ayuda a "ver de forma diferente", a "caminar de distinta manera" y lo que ellas tienen en común es una invitación a estar abiertos a la nueva realidad, a aprender de ella, a buscar recursos propios dentro de uno mismo o incluso a su alrededor y sobre todo a confiar en que en medio de las tinieblas siempre surge la luz.