30/12/15

Nuestro mal hábito de juzgar





Juzgar a los demás: un hábito con historia.

Creo que todos tenemos experiencias de juzgar a los demás y de habernos sentido juzgados por los demás. Es un hábito que llega a ser preocupante puesto que hace que quien sufre la experiencia lo pase mal y que, en ocasiones como ha ocurrido últimamente en colegios, lleva a personas no sólo a aislarse de la sociedad sino incluso a llegar a suicidarse. Lamentablemente es algo con historia porque ya se recoge en escritos muy antiguos esta mala costumbre.

  • Una de las célebres enseñanzas de Jesús corría en torno a ésta actitud cuando de acuerdo a la ley de Moisés una mujer adúltera tenía que ser lapidada. La respuesta de Jesús fue contundente: "Quien esté libre de pecado que arroje la primera piedra", mientras se agachaba y escribía algo en el suelo: ¿Qué escribía? ¿La realidad de cada uno? Curiosamente también, y siguiendo este orden, desde el más anciano al más joven se fueron alejando. Creo que el pensamiento de Jesús queda manifiesto y que la actitud humana de los que intentaban lanzar piedras también. Cuando somos conscientes de nuestra propia realidad y nos conocemos profundamente a nosotros mismos, seremos capaces de comprender, conocer y llegar a convivir con los defectos y errores de los demás.
  • Un escrito de Sócrates nos lo deja también ver de forma clara la existencia de este problema en la Antigua Grecia:

Un problema que se resuelve con tres valores bien importantes como son la VERDAD, la BONDAD y la NECESIDAD. Y recalco lo de la NECESIDAD porque ésta entraña, muy probablemente un problema que se esconde siempre dentro del que juzga y del que hablaré en un momento.




  • La realidad de cada uno es personal e intransferible. No creo que las personas a las que juzgamos se metan en camisa de once varas con el objeto de fallar, de ser juzgadas y de ser señaladas por los demás. Cada persona lleva una historia, una carga que muchas veces desconocemos y que las hace actuar de forma muy diferente a lo que la sociedad espera. A veces son necesidades que no conocemos y que, por ello, nos son difíciles de comprender. La EMPATÍA, ponernos en sus zapatos, conocer su historia y los sentimientos de esas personas podrían llevarnos a comprender mejor las situaciones. ¿Actuaría yo como ellas en las misma circunstancias? Probablemente sí o probablemente no, pero nos ayudaría a comprender. Y lo digo como persona que ha tenido que escuchar a muchísimas personas confidencialmente.

La necesidad de juzgar.

¿Qué se esconde detrás de esa necesidad imperiosa que tenemos de juzgar a los demás? ¿Es tal vez una crítica hacia uno mismo? ¿Vemos en los demás lo que nos molesta de nosotros mismos? ¿Hay una necesidad de poner por debajo a los demás, como dice el Papa Francisco, para sentirnos nosotros más altos? 

Hay otro aspecto que también es importante tener en cuenta. La situación o persona a la que juzgo, ¿me lleva a hablarlo con ella antes de manifestarlo a los demás o abiertamente? ¿Lo hago con respeto o más bien en tono burlesco? Tengo la impresión de que muchas veces la crítica y el juicio a los demás habla más de nosotros mismos que de aquellos de quien hablamos aún haciendo el daño que podamos ocasionar. 


Un camino hacia el respeto y la comprensión.

Cuando nos enfocamos en la crítica constante y contínua en nuestra vida, ¿Qué sucede? ¿Qué ocupa nuestra mente y nuestra atención? ¿Qué le da sentido a nuestra vida diaria? Si lo que da sentido y alegría a la vida del ser humano es el amor, mientras tengamos el odio, el resentimiento, la crítica destructiva en nuestra mente, no tendremos tiempo para lo bueno, para amar, para estar alegres. Recuerdo que una persona que había estado en un campo de concentración se encontró en una ocasión con compañeros que habían pasado por la misma experiencia. Oyendo hablar a uno de ellos todavía con resentimiento le dijo: ¡Pero yo pensé que habías salido del campo de concentración cuando nosotros! Por tu manera de hablar sigues allí, preso y esclavo en tu pasado.

La vida tiene sentido desde el AMOR. Si nuestra mente la ocupamos con otras cosas bien diferentes no tendremos tiempo para AMAR, la experiencia cotidiana que nos permite sonreír y sentirnos bien cada día en la vida.