Ayer estuve en una reunión de trabajo, una especie de recarga emocional y motivación al que celebramos cada tres meses y en la que participan personas que se van a incorporar a trabajar con nosotros.
Entre los ponentes estaba una mujer de casi 50 años que es una de las mejores, con una producción que raya la excelencia. Contó su historia. Dejó de dar clases de apoyo de matemáticas a adolescentes. Se dedicó a limpiar escaleras. ¡Menudo cambio! ¿No? Un día vio un cartel de que se buscaban agentes comerciales y, después de ver el mismo cartel durante tres semanas, decidió entregar su curriculum al mismo tiempo que decía a la persona que le entrevistaba; soy mayor, no tengo ni pienso tener carnet de conducir, soy extranjera y no conozco a nadie, nunca he vendido nada y lo único que a lo que puedo aspirar en estos momentos es a un telefono móvil. Pero quiero intentarlo.
Después de unos años está en el ranking en uno de los primeros puestos. Todo es cuestión de actitud y de saber manejar las herramientas que se tienen en la vida y la cercanía a la gente, decía ella. No tengo carnet de conducir pero sí capacidad para ir en el bus y hablar con la gente, escucharla y ofrecerle mis servicios, o bien caminar por la calle, sentarme en un banco y hacer otro tanto de lo mismo con los que allí estan sentados.
Hoy, mucha de esa gente, me llama y me piden que les venda una propiedad a ellos o a uno de sus familiares. Es el contacto con la gente, con su realidad y la actitud que uno tiene lo que hace posible suplir las carencias que uno tiene y utilizar al máximo las que herramientas y cualidades que se tienen.
Llego a casa y veo un reportaje sobre Kyle Maynard, una persona sin, prácticamente, manos ni pues que ha escalado el Kilimanjaro. ¿Qué acabas pensando? Que en la vida muchas veces tan solo tenemos excusas y que, en realidad, SI PODEMOS.