17/9/14

El cambio que sí tiene sentido.


Todos queremos cambiar alguna vez en la vida. Muchas veces nos lo hemos propuesto sin conseguirlo. Unas veces depende de la motivación, otras de la actitud. Pero, ¿cuando se dan los verdaderos cambios y tal vez los más profundos?

Si vamos a la conocida parábola del Hijo Pródigo el verdadero cambio solo se produce cuando toca fondo y tiene que comer la comida que le echaban a los cerdos. Hay momentos como esos en los que "la necesidad vital" hace que, sin que nadie nos invite y nos lo diga, se produzca el verdadero cambio en nuestras vidas.

Hablan de gente infartada que tras verse en el umbral de la muerte comienzan a valorar a lo que años atrás carecía de importancia. La vida se la toman con calma; los enojos ya no les merece la pena. El dinero es algo secundario, la familia se convierte en algo más entrañable y profundo. 

Otras personas se han visto en el umbral de la pobreza. Se han visto arruinados después de grandes triunfos en la vida. No valorarlos y vivir sin previsión alguna les llevó muchas veces a la ruina. Hay quien en medio de esa pobreza supo, como el Hijo Prodigo, cuestionar la vida sino lo que todavía podía hacer en la vida y aportar a la vida. Fuero proactivos y construyeron a partir de su casi miseria nuevas condiciones de vida envidiables para muchos como puede ser el caso de Robert Kiyosaki.

Estoy convencido de que la "auténtica necesidad" que experimentamos en la vida puede ser el acicate que nos eche a volar nuevamente, e incluso mucho más alto. Pero para ello hace falta tener el valor de no inculpar a nadie en la vida sino de plantearse lo que sí se puede hacer "desde donde se está" hacia donde se quiere ir.

Pensar, reflexionar, ser autocrítico, observar, reconocer, ser humilde y levantarse son los ingredientes dentro de la necesidad que pueden hacer de ésta el gran trampolín donde la necesidad se convierte en la "oportunidad de la vida".