4/3/11

Decisiones



Todos los días decidimos algo, unas veces es la elección perfecta en la que se nos ayuda a vivir de una manera más eficaz, con mayor calidad de vida y de forma, posiblemente, más eficiente. Otras veces nuestras decisiones intentan paliar el momento en el que vivimos y son decisiones que nos ayudan a corto plazo y que a la larga, posiblemente, nos dejan insatisfechos y frustrados. Pero hay una cuestión que no deberíamos dejar pasar por alto: ¿Qué nos lleva a decidir de una manera u otra? ¿Cuáles son los motivos de peso en las decisiones que tomamos?

Tomemos unos claros y concretos ejemplos de nuestra vida a diaria: Elegimos fumar, beber de forma inadecuada, conducir libremente transgrediendo las normas de tráfico, comer de forma perjudicial para nuestra salud, y así lo que tu quieras poner como situación cotidiana en la que aparentemente nos perjudicamos o perjudicamos a los demás.

Por otra parte tomamos otro tipo de decisiones que aparentemente nos ayudan a vivir de forma mucho más coherente y gratificante: buenas relaciones, pensamientos positivos, comer y beber de forma conveniente para la salud, deporte, fomento de nuestras habilidades personales, sociales, culturales o deportivas, etc.

Por lo general en nuestras decisiones diarias hay un poco de todo. ¿Somos conscientes de porqué decidimos una cosa y descartamos otra? ¿Nos damos cuenta realmente de lo que buscamos en cada una de las decisiones? ¿Sabemos, a ciencia cierta, si nos benefician o nos perjudican? ¿Y a los demás, les ayuda o les desfavorece?

Esta mañana hablaba con una profesora de filosofía a la que le preguntaba sobre el porqué nos cuesta tanto el preguntarnos a nosotros mismos, o nos molesta que otros nos pregunten. La pregunta nos enfrenta  a algo tan importante como es uno mismo. Saber lo que nos mueve a actuar de una u otra manera nos deja al desnudo y a veces nos da miedo el vernos al espejo. Preferimos navegar en medio de las escusas y de los autoengaños que enfrentarnos a la propia realidad.

Para decidir hace falta ser sincero con uno mismo y tener claro que hay cosas que no podemos dejar atrás pues al final pueden pasarnos factura.
  1. La conciencia. Si no actuamos desde lo que realmente somos y creemos se creará un conflicto con nosotros mismos que nos llevará al desequilibrio interior.
  2. Los valores. Todos tenemos valores en los que creemos y de los que hablamos a los demás. No tenerlos en cuenta a la hora de decidir formará parte de la incongruencia interior. Podemos elegir contravalores simplemente para paliar el momento, dejando que la contradicción nos pase factura más tarde tanto a nivel personal como a nivel personal, social, laboral o, incluso, económico. Como bien dice el refrán: "Pan para hoy, hambre para mañana".
  3. El sentido de nuestra vida. Nos dirigimos hacia unos objetivos y metas que son los que le dan sentido a nuestras vidas. Toda decisión que nos aparte de ellos será una carga efectiva y emocional que no nos ayudará a vivir de forma plena. Todo aquello que nos ayude, por el contrario, a alcanzar las metas y a darle un mayor sentido a nuestra vida será un buen ingrediente de nuestras decisiones.
La mejor manera de saber que se encuentra detrás de nuestras decisiones es saber lo que realmente nos mueve y lo que queremos conseguir con ello. No es lo mismo comprar una vivienda determinada, por ejemplo, porque te sientes a gusto en ese tipo de estructura, que por ejemplo comprarla porque te da mayor estatus social, o porque te permite vivir cerca de tus amigos o familiares o de tu ámbito laboral. Los motivos reales son los que determinan realmente lo que nos lleva a decidir de una forma u de otra y los valores o contravalores que en esa decisión hay. Todo es cuestión de ser sinceros con nosotros mismos, de mirarnos a los ojos y de respondernos con franqueza.

Las buenas decisiones son las que se toman según la conciencia, los valores y lo que uno queire alcanzar en la vida.