Es una de las cosas más difíciles, tomar decisiones. Hoy me hacían una propuesta y en ella tenía que depositar gran parte de mi tiempo, un tiempo que tenía que quitarle a otro tipo de trabajo que estoy realizando y a otros que me gustaría realizar. Elegir una cosa implicaba tener que dejar otras. A mi mente venían las palabras de alguien que había leído hace unos días: haz lo que tienes que hacer, pero guarda y deja espacio para lo que te gusta hacer.
Mi compañero, socio y amigo me lo ponía un poco difícil: tenía que ponerlo todo sobre el asador, darle prioridad al proyecto. En mi mente rondaban las imágenes de lo que tenía que abandonar, al menos momentáneamente, y de lo mucho que para mí representaba todo aquello que quería realizar. Dentro de mí surgía esa terquedad de querer ver que es posible compaginar y gestionar varios proyectos a la vez. En mi mente surgían ciertos valores, como el saber planificar y delegar ciertas responsabilidades en otros. Tal vez venían a mi mente momentos vividos en el pasado en los que fui y me sentía capaz de hacerlo. ¿Por qué no ahora?
Me daba cuenta de que cuando tomas decisiones que afectan a una vida laboral y por ello económica hay que tener los pies bien en el suelo.Se daba al mismo tiempo algo importante, las metas están en la mente y cuando están en la mente comienzas a permitir que toda la maquinaria mental comience a ejercer su función. Y en ello esto, buscando los caminos, las herramientas, los "cómo" de las posibles alternativas.
La mente no para, y no para cuando hay motivos, motivos que tienen sentido y motivos que hacen que toda la creatividad se mueva dentro de uno mismo.
Ilusionarse y creer en uno mismo, desarrollar la propia vida y encauzarla por senderos que te obligan a desarrollar toda tu personalidad y abrirte a nuevos retos es lo que hace que la mente se active y no se duerma.