1/9/15

Lo haré


Hace cuestión de dos meses tuve la ocasión de contactar a través de un compañero con unas propiedades que estaban en venta y que tenían curiosamente dos aspectos muy importantes a tener en cuenta: El primero un precio muy por encima del precio de mercado. El segundo un cliente vendedor bastante difícil de convencer de vender las propiedades que tenía, 4 en total, a un precio de mercado.

En la primera visita el comprador vio el precio totalmente desorbitado y además con necesidad de reformas. El vendedor, a través de mi compañero, tampoco accedió en momento alguno a ver a posibilidad de una bajada de precio que facilitase la venta de los 4 apartamentos.

El interés de la parte compradora era notorio y además de consciente del difícil carácter del vendedor. Y todo ello se convirtió en un reto para mí. Primero convencer a mi compañero de pasar una oferta de compra muy por debajo del precio de venta. Luego que él se la pudiera pasar en plan convincente a su cliente vendedor. Pero como no hay nada imposible sino las propias barreras que nos ponemos en la mente me puse manos a la obra.

Me fui a visitar a mi colega, le expliqué sobre las intenciones reales de compra de mi cliente, de los precios a los que se estaba vendiendo, de la inmediatez con la que se podía vender y de los beneficios que tendría vender en este momento para el vendedor. Escuchó tan atentamente que no dudó en tomar el teléfono y llamarlo a su país de origen.

No pude entender nada de la conversación pues no entendía esa lengua, pero intuía por algunas expresiones que iba siguiendo el mismo esquema que yo le presenté además de añadir algún punto más a favor de la venta.

En la misma llamada aceptó nuestro reto y a partir de ahí comenzamos, en medio de muchos temores, a montar la operación de compraventa. Sabíamos que por su carácter podía cambiar de opinión en cualquier momento, cosa que pudimos  observar hasta medio minuto antes de que estampara ante notario su firma de acuerdo y venta de las propiedades.

En el transcurso de todo este tiempo surgían imprevistos de más exigencias por parte del vendedor, exigencias ante las que tuvimos que hacer frente para no perjudicarlo a él ni a la parte compradora. Fue todo un reto.

Tanto mi compañero como yo consideramos que fue una de las compraventas más duras en toda nuestra vida inmobiliaria. Pero se logró. Y todo comenzó con una pequeña semilla: "lo haré", una semilla que da paso a otras que siguen abriendo el camino hacia el "lo conseguí". Y todo ello porque hay algo que te permite tomarlo como un reto que intenta sacar lo mejor de ti mismo.

Y al final me he sentido satisfecho por conseguirlo, por emplear recursos propios y de mi compañero. Y lo más reconfortante es la confianza que me han demostrado tener los compradores ofreciéndome nuevos retos. Y dentro de mí sigue latiendo el "lo haré".