Ayer lo hablaba con el director del colegio de mi hija, hoy profundizaba sobre ello: la motivación. Es algo que pierden lis jóvenes, y los no tan jóvenes. Algo que viene y va.
Hay dos tipos de cosas que nos motivan, las que vienen de dentro y que suenan a cierto tipo de recompensa o reconocimiento, y las que vienen de dentro, que nos hacen sentir bien con nosotros mismos y que, hasta cierto punto, no necesitan tanto de un reconocimiento externo, aunque siempre viene bien el que lo haya.
Pero siempre hay una motivacion, creo yo, que está presente y que puede hacer grandes milagros en nosotros, una motivacion que nos hace sentirnos bien aun estando recluidos en la soledad o en cualquier trabajo que nos entretenga. Es esa motivación escondida y camuflada, silenciosa que está esperando a que tomemos conciencia de ella y la convirtamos en algo más productivo y enriquecedor en nuestra vida.
Tal vez nis escondámos en la música, la lectura, internet, los amigos o tantas otras cosas. ¿Qué siento? ¿De qué me puede servir? ¿Cómo puedo utilizar eso que no me cuesta hacer y que me tiene absorto mucho tiempo? ¿De qué le puede ser útil, si para mi lo es, al resto de la gente? ¿Qué necesidades puedo llegar a satisfacer en otras personas?
Hay cosas que nos motivan y no nos damos cuenta de ello, cosas que no las desarrollamos más y que nos servirían para vivir, para pulir más aquello que hacemos y resolver necesidades de otros. Necesitamos conocernos un poco más profundamente y preguntarnos sobre el porqué de lo que sentimos y de lo que podemos aportar a la vida con aquello que nos gusta hacer.
Ayer recomendaban en la tele un ejercicio curioso para hacer todas las noches. Recordar cinco cosas buenas que hemos vivido durante el día, sentirlas nuevamente de forma profunda y agradecer a la vida y a las personas. Otro era el de sonreír constantemente, sobre todo a las personas con las que tenemos dificultades. Después de hacer estos dos ejercicios durante una semana experimentaremos un gran cambio en nuestras vidas. ¿Nos animamos?