2/9/15

La actitud lo es todo.


Las respuestas que damos en la vida ante situaciones o personas es lo que más habla de nosotros. Un poco en la línea de lo que dice Zig Ziglar. Lo más curioso es que muy pocas veces nos paramos a analizar las actitudes que tenemos en la vida. Unas veces las tenemos tan aprendidas y automatizadas que ni siquiera las ponemos en tela de juicio. Es por ello que muchas veces, dentro de esa inconsciencia, nos dedicamos a protestar y a quejarnos de lo que nos pasa en la vida o sobre nuestras relaciones con los demás que no acaban de encajar.

Las actitudes y las respuestas que ofrecemos no son si no un espejo de lo que realmente sucede en nuestra vida, una vida que muchas veces gira alrededor del amor y que otras se deja llevar por los muchos complejos y carencias que tenemos. Unas veces se basan en expectativas que tenemos de la vida y de los demás y otras, por el contrario, de expectativas que tenemos hacia nosotros mismos independiente de los demás.

Lo que si tiene vital importancia es la actitud y la creencia que tenemos ante el fracaso y ante los retos de la vida. Si dependen de los demás, mal andamos. Nos estamos escondiendo y huyendo de nosotros mismos. Pero si ante el fracaso la actitud es la de aprender y superarse a sí mismo a pesar de todos los pesares, tenemos el camino asegurado por delante hacia la satisfacción personal y el goce de la vida.

Tenemos que ser como el agua que ante los obstáculos siempre sigue fluyendo y buscando salidas, alternativas y soluciones. A veces, si es necesario, rompe diques, cursos del río o incluso se adentra en un terreno que no es suyo. 

Nunca deja de ser interesante el preguntarnos sobre cual creemos que es nuestra actitud ante cada circunstancia e incluso preguntar a veces a otros sobre la actitud que pueden observar en nosotros. Siempre podremos aprender algo y afrontar mejor la realidad, así como crecer a nivel personal.