Tengo la experiencia de estar tratando con una persona joven el inicio de una actividad empresarial en su vida con la finalidad de financiarse por si misma los estudios que hace y algo más. Me llama la atención sobre ella la ilusión y el entusiasmo que le pone, las preguntas que me hace, las dudas que tiene, los miedos que experimenta y las frustraciones a las que tiene que hacer frente.
Reconozco que no se lo pongo fácil, pero también que intento motivarla haciéndole saber lo que ella vale y lo que valen las actitudes que ella tiene hacia su sueño y que por ello cualquier desafío que se presenta en su vida tiene que afrontarlo como una situación de aprendizaje y de superación personal. No es fácil, lo reconozco. Pero es nuestra mente y nuestra manera de pensar y de afrontar las dificultades las que hacen posible que un sueño se haga realidad.
Una realidad que en un momento dado de la vida se llega a realizar, como así lo experimenta otro afiliado mío, que semana tras semana lo veo con ilusión y deseando ardientemente el poder llegar a una serie de metas y objetivos que tiene en mente. Y entre esas metas el poder ayudar a otros, como pueden ser ancianos, niños, etc.
Es lo que alimentamos en nuestra mente lo que nos hace caminar hacia lo que conseguiremos. En cierto modo es parte de la Ley de la Atracción. No es que atraigamos lo bueno o lo malo. Lo que sucede que lo que ilumina nuestra mente, bueno o malo, hace que nos dirijamos hacia ello.
La frase de Meyer es importante: Imaginar, desear ardientemente, creer en uno y en lo que se quiere, emprender y no esperar con los brazos cruzados. Es la realidad y las actitudes que forman parte de éxito que esperamos. La carencia de estas actitudes son las que nos abocan a los resultados que no esperamos y ello tan solo por un motivo, por tenerlos en la mente en un primer plano.