¿Te has preguntado alguna vez el porqué nos cuesta tanto el despedirnos de las personas o cosas que amamos? Tal vez sea una profunda identificación con las personas o cosas que nos dan, por un lado, cierto sentido de pertenencia, por otro un sentido de posesión y por otro una clara relación de amor. Pero, ¿es sano?
Ciertamente el amor, la identificación con personas, el cariño y el roce de los años son importantes. Es parte de nuestra esencia, somos personas que desde lo más profundo de nosotros mismos amamos a las personas y sentimos aprecio por aquello que representa esfuerzo, trabajo, ilusiones y otras cosas que forman parte de nuestra vida, de nuestra experiencia y de nuestros retos personales.
Pero la vida es eso, una dualidad de vida y muerte, de amor y de odio, de risas y de llantos. Solo tenemos que estar abiertos a una pregunta que nos puede hacer sentir incómodos: ¿Y ahora que?
Es una pregunta que nos pone en el centro de nuestra propia existencia y pone a prueba al sentido de crecer y de adaptarse a nuevas realidades que la vida nos trae. El verdadero obstáculo, y que deberíamos tener en cuenta a lo largo de nuestra existencia, es el "apego", la "dependencia" de las personas y de las cosas que podamos tener. Es por ello que el "¿Y ahora qué?" nos pone ante la necesidad de crecer y seguir dándole un sentido a nuestra vida que no se queda simplemente en aquellas personas que viven a nuestro lado, sino en aquello que todavía uno puede hacer y alcanzar en la vida.