Ayer tuve ocasión de ir a una charla introductoria de la filosofía o espiritualidad tibetana. Fue interesante. Creo que todas las espiritualidades llevan al mismo sitio: a encontrarse con uno mismo y con Dios. De hecho el eje central de la charla era el "Auto conocimiento". Me recordó aquella pequeña historia de que los dioses habían querido esconder el tesoro de la vida donde nadie pudiera encontrarlo. Decidieron esconderlo dentro del corazón humano pues ahí jamás intentarían buscarlo.
La verdad es que buscamos fuera de nosotros mismos lo que ya tenemos dentro de nosotros. Es una historia tan antigua como la de Adán y Eva que buscaban ser como dioses cuando en realidad ya lo poseían todo. Cuando somos enemigos de nosotros mismos, nada nos dejará satisfechos. Y, por el contrario, cuando nos encontramos con nosotros mismos nos sentimos bien, aunque a veces al no aceptarnos como somos no damos un poco de miedo. Al aceptarnos, nos sentimos bien; el sentirnos bien transmitimos vida y energía; entonces somos libres para ser lo que realmente somos y para llevar a cabo la misión que tenemos en la vida.
Además del auto conocimiento, como fuente de libertad interior, se tocó otro tema no menos importante y relacionado con éste: El deseo y el apego. El deseo dentro del budismo es el origen del mal. Yo no diría que lo sea, pero el apego sí. El apego, como decía antes, es lo que hace que pongamos nuestras expectativas en cosas o personas, es decir en lo exterior. Desde el momento que dependemos de ello dejamos de ser libres. Apego y libertad, dos realidades que nos llevan una a la autenticidad y otra a la negación de nosotros mismos para creer más en lo que está fuera de nosotros.
Hay otros temas que se fueron tocando como el de la reencarnación. No se lo que hay antes de nacer ni después de morir. Se que hay vida, porque la hay antes de nacer y aún después de que uno muera. Desde mi punto de vista personal y de católico creo en la vida después de la muerte. Y la verdad es que no me preocupa tanto el cómo, porque haya lo que haya, será vida en otro plano totalmente diferente al que vivimos en estos momentos. Ultimamente oigo mucho hablar de reencarnaciones y de que en unas vidas pagamos lo que hemos hecho en otras. Sinceramente hay algo que me preocupa más del antes y del después de la propia vida, es la manera en cómo vivo la que me ha tocado vivir y de la que soy consciente. Cuando llegue la otra, la vida eterna, en cualquiera de sus formas, bienvenida sea y a disfrutar de ella, que para ello está.
Pero lo que sí está claro es que la aceptación de uno mismo, la libertad interior, que te permite ver y experimentar sin sentirte condicionado y el amor es algo que sostiene los pilares de todas y cada una de nuestras vida, en la filosofía o espiritualidad oriental como en la del cristianismo. No olvidemos que para amar al prójimo hay que hacerlo como a uno mismo, de lo contrario, ¿qué podemos ofrecer?