Ya en tiempos de Jesús uno se planteaba si las cosas eran puras o impuras, buenas o malas. En la vida se nos atraviesan situaciones, personas, momentos que unas veces nos sacan de quicio y en otras son como una auténtica bendición de Dios. Depende, todo depende de lo que nuestra manera de pensar refleje, como de las actitudes que tomamos ante las situaciones.
Nosotros decidimos lo que queremos ver: si un problema o un reto, si un obstáculo o una oportunidad, si un momento de decepción o un momento de gran creatividad. El mal, como bien diría Jesucristo en torno a lo puro o impuro de las cosas, no radica en la naturaleza de las cosas en sí o de las personas, sino del uso que nosotros hacemos de ella o de las dependencias o expectativas que nos trazamos.
Vivimos presos de nuestras ideas, y muchas de ellas pesimistas y negativas. Nuestra manera de pensar determina nuestra actitud y ésta nuestra manera de afrontar las cosas y por ello nuestra manera de vivir y de sentirnos en la misma vida.
Es cuestión de hacer un poco de análisis de las piedras, zancadillas, sin sabores y problemas que nos encontramos en la vida.
¿Los hemos utilizado para nuestro crecimiento personal o más bien nos hemos dejado avasallar por ellos?
¿Nos han hecho aprender nuevas maneras de vivir y de ver la vida o más bien nos han dejado apalancado en ella?
¿Nos han permitido adquirir nuevas cualidades en nuestra vida personal o nos han hecho aferrarnos al miedo y a la parálisis anímica?
Tal vez la vida nos da la gran oportunidad de vivir el presente. ¿El presente? Si, el presente, el regalo de la vida. Una vida que, como Miguel Angel, tenemos que tallar y esculpir o que como cualquier otro la ha sabido utilizar sacándole el mejor y más constructivo uso.
Una mezcla de creatividad y proactividad ante las circunstancias.
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