Dentro de la era tecnológica nos vemos con esta realidad donde es muy fácil caer en el desequilibrio y acabar dependiendo de la tecnología y sintiéndose solos además de palpar que nuestras relaciones son muy superficiales e inconsistentes.
Las críticas a esta situación que se vive actualmente no dejan de ser pocas. Son muchos los casos en los que ésta verdad se impone y se ve una fuerte dependencia de estos medios. Pero también es cierto que criticamos ésta situación y pocas veces he visto hacer una crítica constructiva del porqué se da ésta.
Recuerdo que antes viajábamos en tren, autobús, avión y era fácil entablar relaciones interpersonales con los compañeros de viaje, aún sin conocerlos. Hoy es fácil ir en los mismos medios y ver como cada uno va a lo suyo con sus teléfonos móviles, ordenadores, tablets, etc.
El contacto tecnológico jamás podrá suplir la profundidad y la importancia de lo que es la voz humana, el contacto visual y incluso el del tacto. Las relaciones cara a cara son mucho más enriquecedoras y profundas. ¿Por qué nos refugiamos en la tecnología?
¿Buscamos en ella lo que no somos capaces de encontrar en una relación normal cara a cara?
¿Nos evadimos de darnos a conocer tal y como somos en la relación personal física?
¿Somos incapaces de mantener y alimentar relaciones cercanas y profundas?
¿Rehuímos de las dificultades que entablan la relaciones personales?
No es cuestión de criticar simplemente lo que se da si no más bien el preguntarse el por qué se da. A veces es el miedo que podemos sentir a la hora de entablar relaciones, pero también puede suceder que nuestra manera de acercarnos a los demás haga que éstos huyan de nosotros bien porque imponemos puntos de vista, bien porque no respetamos los suyos.
La comunicación sincera y efectiva es la que hace que uno se sienta gusto hablando con los demás, bien porque escucha y se siente escuchado o porque aporta a los demás y siente que los demás le aportan a uno.