1/8/14

Vivir el momento.


"No por mucho madrugar, amanece más temprano". A veces pretendemos apresurar los tiempos de la vida, y todo tiene su lugar y su momento:

Hay un momento para todo y un tiempo para cada cosa 
bajo el sol:

un tiempo para nacer y un tiempo para morir, 
un tiempo para plantar y un tiempo para arrancarlo plantado; 
un tiempo para matar y un tiempo para curar, 
un tiempo para demoler y un tiempo para edificar; 
un tiempo para llorar y un tiempo para reír, 
un tiempo para lamentarse y un tiempo para bailar; 
un tiempo para arrojar piedras 
y un tiempo para recogerlas, 
un tiempo para abrazarse
y un tiempo para separarse; 
un tiempo para buscar
y un tiempo para perder, 
un tiempo para guardar y un tiempo para tirar; 
un tiempo para rasgar y un tiempo para coser, 
un tiempo para callar y un tiempo para hablar; 
un tiempo para amar y un tiempo para odiar, 
un tiempo de guerra
y un tiempo de paz. 


(Eclesiatés 3)

Lo más difícil que tenemos en la vida es saber vivir los tiempos.

Los tiempos malos se hacen eternos, los buenos parecen pasar con más rapidez.

Esta foto lo explica desde el punto de vista de las enfermedades psíquicas:


Vivir cada momento nos ayuda a saborearlo y a disfrutarlo. Vivir anclado en el pasado o preocupados por el futuro nos mata de los nervios y también las ilusiones.

Vivir el momento presente, aún cuando no lo entendamos, agudiza no solo la mente que lo quiere entender, sino también la mente que lo quiere transformar.

Vivir el instante nos abre a la nuevo y a la creatividad. Nos abre a experimentar lo que tal vez en la vida jamas hubiéramos probado ni posiblemente nos hubiera hecho crecer.

Nueve mamás no hace un bebé en un mes, así como preocuparse no cambia las circunstancias que vivimos, hemos vivido o podemos llegar a vivir. Ocuparse, en cambio, sí tiene una fuerza transformadora y enriquecedora.

¿Qué aprendemos del momento? ¿Qué nos dice de nuevo lo inesperado? ¿Qué dice de cada uno la situación que nos somos capaces de vivir y de afrontar?

El momento habla de la vida en sí. La vida en sí habla de cada uno de nosotros. Y nosotros somos los que podemos hacer que la vida hable de otra manera.