La persona es esclavo de lo que dice
y amo de lo que calla.
Dicen que "por la boca muere el pez". La verdad es que la palabra tiene doble filo. Es un instrumento con el que podemos expresarnos libremente pero como dice la frase aquí expuesta uno puede ser esclavo de ella y sino que se lo digan a los políticos que constantemente la utilizan para hacer promesas y declaraciones. La semana pasado alguien tuvo que dimitir el expresar libremente que "las leyes son como las mujeres, están para violarlas". Francamente con esa sentencia firmó su retirada fulminante de la política.
En el mundo de la vida diaria, de nuestro trabajo, de nuestras relaciones personales o, incluso, de la propia vida familiar las palabras pueden ser señal de motivación o, por el contrario, de frustración. Lo peor de todo es que muchas veces se dicen con ánimo de levantar la moral y otras con la intención de menospreciar a otros. Unas veces se consigue el objetivo, otras no. Pero hay situaciones en las que nuestra razón puede malinterpretarlas y llevar el mensaje por un camino totalmente diferente.
De ahí que:
Quien sabe mucho
escucha;
quien sabe poco,
habla;
Quien sabe mucho
pregunta;
quien sabe poco
sentencia.
Y ante esto uno se pregunta: ¿Cómo suenan mis palabras? Porque ciertamente la responsabilidad es de uno. Lo que los otros entiendan y perciban depende del qué y de lo qué uno diga. Dicen que tenemos dos oídos y una boca, tal vez para escuchar más de lo que hablamos.