Cuando te encuentres en una encrucijada,
preguntate,
¿Ese camino tiene corazón?
Si lo tiene, el camino es bueno;
sino, es inutil.
(Carlos Castaneda)
No era una situación fácil para ella. Estaba ante una situación delicada. Por una parte tenía a su hijo, por otra a su padre y por la otra a su pareja. Ésta mostraba de forma visible que no estaba a gusto con ella, ni con su suegro de avanzada edad. Su hijo se puso a jugar a las cartas. En la segunda ronda se incorporó ella para gozar del juego con su hijo y con su padre. A pocos metros, dos aproximadamente, se encontraba él con su cara triste, tensa, desencajada y con sus suspiros que invitaban a mirarlo con cierta pena y compasión.
En ningún momento dirigió la mirada o la palabra a su suegro sino para dejar entender su malestar y su incomodidas en el salón y tampoco lo hizo con el niño, mientras, madre e hijo, compartían con entusasmo su partida de cartas con el padre y abuelo. Este, consciente de la presencia anónima del yerno, le invitó a encender la televisión para que tal vez distrajera sus ánimos alicaídos y su falta de sintonía con el resto.
La televisión se encendió, y la impresión daba, de que las imágenes pasaban por delante de alguien que estaba con la mente muy lejos de aquél pequeño lugar en el que tres generaciones jugaban animadamente a un juego de sobremesa compartiendo suerte, mesa, tiempo y cariño.
Ésta imagen tal vez nos la podamos encontrar en más de una ocasión en nuestras vidas. La imágen de nosotros mismos que, por los motivos que fueren, tenemos problemas en el trabajo, en la familia o con nosotros mismos y, no sabiendo manejar las emociones, acabamos pagando los platos rotos con los que probablemente son causantes de nuestros sufrimientos y también con muchos que no tienen nada que ver con ello.
Manejar emociones no es fácil, ni las positivas ni las negativas. Con las negativas podemos hundirnos y hundir al que vive a nuestro alrededor. Con las positivas podemos llegar a invadir insconscientemente y con buena intención la vida de otros.
Ser consciente de uno mismo es, creo yo, el momento más importante:
¿Qué me pasa?
¿Por qué ésto me hace sentir así?
¿Por qué este sentimiento me hace actuar de esta manera?
¿Es justo que me trate a mi mismo de esta manera?
¿Es justo que me trate a mi mismo de esta manera?
¿Es justo que le haga vivir a los demás este sentimiento?
¿Qué busco en el fondo al sentirme así y dejar ver mis sentimientos a los demás?
Son muchas las preguntas que podemos hacernos, y muchas las respuestas que pueden llegar a nosotros. Todas las preguntas y respuestas tenemos que plantearnoslas desde la mayor sinceridad posible y con la mayor naturalidad, porque de ellas dependen las respuestas que queramos vivir ante las situaciones que muchas veces tenemos que vivir.
Alejarnos de las situaciones y verlas como espectadores nos ayudará a alejarnos emocionalmente de las situaciones y vivirlas con un poco más de libertad para poderlas ver, incluso, con mayor claridad y objetividad. Ser dueño de nosotros mismos y decidir como vivir cada emoción nos permitirá no sucumbir bajo el peso de las emociones y no perder el control de nuestra vida: somos nosotros y no nuestras emociones los que construimos la vida y cada paso que tenemos que dar.
Lo curioso de todo es que "abuelo, hija y nieta" que podían sentise también incomodos del malestar, enfado o malhumor del yerno, pareja y padre, jugaban a las cartas. Aún, a su pesar, había delante de ellos un tiempo, una vida que no volvería atrás y que había que vivir a tope, y a tope lo hicieron jugando y riendo, no renunciando a la vida.
Hay algo que a fin de cuentas tenemos que preuntarnos: Las actitudes que adoptamos, ¿tienen corazón?
Un pequeño ejemplo de como se pueden manejar las emociones es la hsitoria real de nos grandes cantantes de opera Carreras y Placido Domingo. Te invito a verla:
¿Una foto para pensar? ¿Qué ves? ¿Cuántas figuras ves?