29/1/13

El amor y la alegría



Siempre me sorprendió aquellas frases de San Pablo: "Aunque repartiera todo mi dinero a los pobres en limosnas o entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, nada soy." ¿Por qué lo digo? Porque a lo largo de la vida me he encontrado a personas que se han entregado a los demás y en vez de sonrisas, alegría, descanso y paz encontrabas en ellas desazón, enfado, desilusión y rabia por lo que tenían que hacer. Yo tal vez era uno de esos que no era capaz de comprender como uno podía sonreír en medio de la desgracia y de la actitud de servicio que mostraban algunas personas que no dejaban de sonreír en medio de la dificultad.

Una de esas personas, allá por el año 1981, me dejó sorprendido cuando le pregunté como era capaz de sonreír ante la situación de su marido que llegaba, un día sí y otro también, totalmente borracho a su casa. A veces, y todos lo sabíamos, llegaba a golpearle. Nunca olvidaré su respuesta: "Porque lo amo". Así de simple y llana fue su respuesta.

A lo largo de la vida he podido comprobar que cuando amas de verdad hay algo que te impide ver y sentir la inclemencia del tiempo, lo inoportuno de una hora, el esfuerzo que tienes que realizar por alguien. ¿Quien de nosotros, por ejemplo, no ha tenido un hijo enfermo y ha estado toda la noche en vela? ¿Alguna vez hemos maldecido la suerte que nos ha tocado vivir y las noches en vela que hemos tenido que pasar?

La experiencia me dice que estamos más centrados en la satisfacción del otro que en lo que nos cuesta aliviarle el dolor o el sufrimiento. Es más, éstos últimos pasan a segunda fila y casi son olvidados. recuerdo experiencias a nivel familiar u otras vividas como sacerdote en la que todo el esfuerzo fue inútil y había vidas de recién nacidos o de jóvenes que después de un largo bregar en la noche veías que se diluían entre tus manos. Veías que todo esfuerzo era vano e inútil y como sus vidas se apagaban. Aún y así quedaban fuerzas para abrazar y escuchar a sus familias y valorar lo poco o lo mucho que habías realizado en esos momentos.

La vida es servicio, y cuando así lo vivimos nos sentimos bien aún cuando no nos sintamos reconocidos o valorados por ellos. El valor de una vida, de una sonrisa, de un "gracias", de un suspiro sientes que añade valor a tu vida y la satisfacción es más grande que cualquier dureza, obstáculo o situación que en el transcurso te pueda desagradar.

Es el amor el que nos hace sentirnos parte de la vida y útiles a la misma vida y a los demás. Es el amor el que goza cuando ves a los otros gozar. Y es algo que no puedes explicar, Lo vives, lo sientes, lo experimentas dentro de ti mientras que otros, como yo en el caso de aquella mujer, no lo pudiera entender. Es como el amor del enamorado, se ve, se nota y se siente, aunque muchos no vean motivos para enamorarse de "esa" persona. El o ella si han encontrado el sentido, como el del bombero que arriesga su vida, o el del padre o la madre que lo dan todo por sus hijos, o de quien ama sin ver a quien. Todo por una simple razón, el amor hace sonreír a los demás, pero sobre todo te hace sonreír a ti.

Cuando veo esa contradicción del que ama y al mismo tiempo se queja me pregunto: ¿Hay realmente amor? El amor es una experiencia totalmente incomprensible para otros, solo el que lo vive, lo entiende.