Durante años fui un neurótico. Era un ser angustiado, deprimido y egoísta. Y todo el mundo insistía en decirme que cambiara. Y no dejaban de recordarme lo neurótico que yo era. Y yo me ofendía, aunque estaba de acuerdo con ellos, y deseaba cambiar, pero no acababa de conseguirlo por mucho que lo intentara. Lo peor era que mi mejor amigo tampoco dejaba de recordarme lo neurótico que yo estaba. Y también insistía en la necesidad de que yo cambiara. Y también con él estaba de acuerdo, y no podía sentirme ofendido con él. De manera que me sentía impotente y como atrapado.
Pero un día me dijo: «No cambies. Sigue siendo TAL COMO ERES. En realidad no importa que cambies o dejes de cambiar. Yo te quiero tal como eres y no puedo dejar de quererte».
Aquellas palabras sonaron en mis oídos como música: «No cambies. No cambies. No cambies… Te quiero…». Entonces me tranquilicé. Y me sentí vivo. Y, ¡Oh, maravilla!, CAMBIÉ.
Ahora sé que en realidad no podía cambiar hasta encontrar a alguien que me quisiera, prescindiendo de que cambiara o dejara de cambiar.
¿Es así como Tú me quieres, Dios mío?
AUTOR: Anthony de Mello.
Bonita, cruel y real realidad la del cuento en cuanto a esa lucha interna que muchas veces tenemos contra nosotros mismos.
A veces es la presión de los que viven a nuestro alrededor que quieren que cambiemos. Unas veces conformes con lo que ellos piensan y otras no nos sentimos presionados para agradar y sentirnos que somos seres sociales aceptados por los demás.
Otras veces el problema no es la presión de los demás sino la falta de aceptación hacia nosotros mismos, que en el fondo subyace siempre, tanto en unas como en otras situaciones. Pero cuando no estamos felices con nosotros mismos se entabla una batalla interior que acaba de dividirnos interiormente.
La realidad es que nos encontramos luchando contra nosotros mismos sin encontrar grandes resultados. Siempre me vendrá a la mente esa lucha que mantenemos contra nosotros mismos en noches de insomnio. Le damos la vuelta a la almohada una y mil veces. Cambiamos nuestra posición corporal otras tantas. Hacemos mil y un experimentos hasta que nos damos cuenta de que cuánto más luchamos, menos conseguimos dormir. Cuando "ya nos damos por vencidos y aceptamos la situación", nos dormimos y sin darnos cuenta.
La aceptación propia es la base para cualquier tipo de cambio. Partimos siempre de lo que somos y de lo que tenemos. Eso nos permitirá no tener que luchar contra nosotros mismos y tener que estar mirando en dos direcciones opuestas: lo que queremos y nos gusta de nosotros, y lo que no queremos ni nos gusta de nosotros.
La aceptación conlleva la tranquilidad que nos permite enfocarnos en lo positivo, en las fortalezas que tenemos y en aquello que si nos gusta de nosotros mismos y de la realidad. Es enfocarse en lo positivo.
Ningún reino dividido va adelante, y menos el de uno mismo. Toca vivir lo que somos y centrarnos en lo que sí nos gusta de nosotros mismos para seguir construyendo una realidad positiva dentro de nosotros mismos.