23/1/14

Días de hospital



Acabo de salir del hospital. Hace dos días fui intervenido de un pequeño problema que me podía originar otros más serios. Y las estancias de hospital siempre te dejan algo de positivo, además de la reparación de aquello que no funciona debidamente en tu cuerpo, al menos en la mayor parte de las ocasiones:
  • Una de las cosas más entrañables ha sido el exquisito trato de las enfermaras. Amabilidad, sonrisas, servicio, paciencia, entrega e imaginación cuando se presentaron algunas dificultades en el proceso de recuperación. Y en medio de todo, ni tan solo una mala cara. Dicen que vivir con pasión lo que haces transforma a la persona que lo recibe. Y así me lo decía una de las enfermeras cuando acometió con decisión, madurez y profesionalidad la solución a un problema que por más de cuatro horas me estaba dando la lata.
  • Otro detalle, y que no cuesta nada en hacerlo en cualquier hospital, fue el que a las 10.00 de la mañana apareció en la habitación una chica joven, sonriente y que con la sonrisa en la boca me pregunta que deseaba comer y cenar ese día. No tenía mucho donde elegir, pero entre las dos opciones que tenía por primer y segundo plato, así como el postre estaba el detalle de preguntar lo que uno deseaba y eso sí, con la sonrisa en los labios.
  • En un hospital te duermes tarde y te despiertas temprano, y durante el día echas una cabezadita que otra. Pero es un tiempo para pensar, reflexionar. Y la verdad es que me ha servido para ello. Eso sí, me costó escribir. La incomodidad y los problemas postoperatorios no me permitían estar al 100%. Pero era tiempo de silencio, y la verdad que bien aprovechado y valorado. Lo dice el libro del Eclesiastés: "Hay un tiempo para cada cosa." Y ciertamente la enfermedad, así como cualquier otro momento duro que pueda haber en la vida te ayuda a ver las cosas desde perspectivas nuevas y diferentes, sobre todo cuando las afrontas desde la tranquilidad y desde la aceptación, aún a pesar de ser consciente de que a primera vista mi situación no revestía mucha gravedad aún a sabiendas de que de los hospitales a veces es como los talleres, entras con una avería y sales con otra. Y, eso sí, desde que me dijeron hace un mes de la necesidad de operarme puedo decir que lo he llevado con mucha tranquilidad.
  • Y otro detalle fue una llamada del hospital para decirme que me había olvidado de recoger las fotos de la operación, unas fotos reales y a color en las que aparece el órgano afectado antes, durante y una vez acabada la operación. Me vine sin ellas porque no sabía que las habían hecho. Y la verdad es que el detalle es importante, no por el morbo de ver un órgano afectado y reparado, sino por saber que si quieres confiar la información real y veraz de lo que hacemos y ofrecemos es lo que genera confianza.
  • Cuando eres paciente y tienes que ponerte en manos de otros, sobre todo cuando por las heridas, el efecto de la anestesia o cualquier otra cosa te sientes vulnerable. Dependes de los demás. ¿Qué feo verdad? Pues no. Te haces consciente de que eres un ser totalmente interdependiente. Y simplemente agradeces el servicio con la mejor actitud: Gracias, muchas gracias y sonrisas, además de algún que otro detalle. Es un sentimiento, el estar en manos de otros, de pertenencia a un equipo humano del que tu formas parte; ellos ofreciéndote sus servicios, servicios a la vida y a los demás y yo lo que también puedo ofrecer a través de mi propia vida.
Y desde aquí mis agradecimientos al personal de la Clínica Roca de Agustín en Gran Canaria por lo bien que me han tratado y hecho sentir en mi estancia en ella.