27/2/13

Tranquilidad y seguridad



Hoy leía el cuento de un samurai que para disgusto de muchos no hizo frente a los insultos que alguien le decía. Cada insulto iba creciendo en intensidad y en agresividad dejando por los suelos al maestro delante de todos. Al final, y cuando prevalecía la sensación de derrota, simplemente hacía la alegoría del regalo que te hacen, si lo quieres lo tomas y si no lo dejas. Si lo dejas el regalo se queda con quien te lo ofrece. Si lo acoges y lo recibes el regalo se queda contigo.

¿Cuántas veces reaccionamos mal ante las críticas, los insultos y los desprecios de otras personas? Lo que nos dicen nos afecta, y muchas veces se ha dicho que nos afecta de tal manera que ataca a nuestra propia autoestima. ¿Guardar silencio? ¿Ponernos un escudo? 

Recuerdo que el silencio me llamó mucho la atención en quien podía defenderse y permaneció en silencio ante el juicio y las preguntas de Pilatos: Jesús. ¿Tal vez Pilatos esperaba una defensa a ultranza del mismo Jesús?

Vivir en paz con uno mismo, estar seguro de si mismo y tener claro quien uno es la clave para permanecer tranquilo y seguro frente al vendaval que puede arremeter contra uno. Muchas veces se ha dicho que hay que ponerse un escudo frente a las agresiones. El mejor escudo es, precisamente, la confianza y la conciencia tranquila de confiar en uno mismo, en lo que cree y en la coherencia de lo que uno hace a pesar de las limitaciones que se puedan tener.

El silencio, en vez de actitud cobarde, se convierte en seguridad, tranquilidad y sobre todo de libertad de no dejarse influenciar por aquello que viene de fuera. La fuerza y el equilibrio está dentro de nosotros mismos.