No hay nada que dure para siempre.
Todos los sistemas sociales,
políticos, financieros y energéticos
que hemos ido creando
han tenido un origen,
un punto de máxima expansión,
un proceso de decadencia
y su consiguiente transformación.
Borja Vilaseca
Es una realidad como las cosas han ido cambiando a lo largo de los tiempos, desde los sistemas políticos, costumbres e incluso cierto tipo o bastantes creencias religiosas, algunas de las cuales si no las aceptabas te llevaban directamente hasta la muerte.
La vida es así y en cada proceso de cambio surgen dificultades, turbulencias, inconvenientes y un sin fin de desajustes que nos inquietan porque nos apartan de la seguridad de nuestros usos y costumbres, así como de la propia seguridad de nuestras ideas y creencias.
Si de algo sirve el pueblo escogido por Dios, el pueblo de Israel, se dominaba un pueblo errante, que iba de un lado a otro en busca de la tierra prometida. Un pueblo que no vivía en la eterna seguridad que puede producir el estar asentado en la propia tierra, familia, trabajo, valores y costumbres.
Si miramos hacia atrás podemos darnos cuenta de lo efímero que pueden ser tantas cosas que en su momento eran tan importantes que llegábamos a enemistarnos, a luchar o incluso a romper lazos familiares. A medida que avanza la vida nos damos cuenta de lo relativo que pueden llegar a ser tantas cosas que hoy absolutizamos y nos hacen realmente infelices.
Todo fluye y todo cambia, y con ello aprendemos a relativizar cosas y personas que quitan nuestra paz y nuestra alegría en la vida. Lo realmente importante en la vida es lo que nos depara cada día y lo que podemos aprender de cada instante de la misma vida.
Y si no que le pregunten a nuestros mayores que, por norma general, consienten más a los niños que los propios padres. ¿Por qué? Tal vez porque la experiencia de la vida les enseña que todo pasa y, por ello, todo es relativo. Lo único que no es relativo es la vida que amanece cada día y que nos toca vivir.
Hay un anuncio muy bonito en la televisión estos días sobre dos situaciones normales de la vida diaria en niños y adultos. Pones a los adultos juntos en una situación y a los niños en otra. Los adultos viven ensimismados en sus cosas mientras que los niños se relacionan entre sí. Al final de la situación vivida hay una pregunta: ¿Has conocido o hecho algún amigo nuevo hoy? Los adultos dicen no; los niños dicen sí.
La vida es efímera cuando te amarras a un sólo aspecto de ella. Es energía cuando te abres a conocerla y a profundizar en ella. Por eso la vida no se acaba, se transforma.