Hoy corre de un lado a otro la amenaza de las perdidas del empleo. Unos temen el día en que tengan que dejar su trabajo y verse, ante la necesidad de tener recursos para sustentar a la familia o a si mismo, que buscarse una nueva ocupación o trabajo. Otros tal vez no teman ese día pues se sienten bien seguros donde están. Pero lo que parece incuestionable es que la evolución de la vida y del mundo global en el que estamos nos lleva a tener en cuenta de que cambiemos de trabajo más de diez veces en la vida para los que se incorporan hoy al mundo laboral. ¿Preocupante?
Para los que aspiran a tener un puesto de trabajo seguro tal vez sí, para los que aspiran a crecer y desarrollar sus talentos, tal vez no, pues cada situación ofrece algo más que inseguridad, ofrece la posibilidad de crecer, de reinventarse, de abrir nuevos caminos y posibilidades, de desarrollar el espíritu creativo y de desarrollo de sus propios talentos. La crisis, el despido, la fuerte competencia se convierten en estímulos, en retos, en posibilidades de sentirse seguros de si mismos y de crecer como personas o como trabajadores.
Desde ésta perspectiva el emprendedor se siente dueño de su propia vida y talento. No se los alquila a su empresa, sino que hace de ellos lo que quiere, con quien quiere y como quiere. Es el mismo su propio jefe, el dueño de su talento, de su negocio y de su tiempo. Es un momento para crecer no solo en los propios talentos sino en la confianza de uno mismo.
Curiosamente, ¿No es la seguridad de ser empleado sinónimo de inseguridad de lo que uno puede valer como perdona independiente? ¿No es la inseguridad del desempleo un acicate para tener mucha más seguridad en uno mismo?