¡Qué difícil es poner en un papel un día, una fecha para llevar a cabo una decisión que se toma! Y cuando empiezas a pedir y a insistir en poner la fecha lo único que te encuentras son las excusas y la inseguridad, el miedo a no hacer las cosas bien. Es un miedo típico de la indecisión y de la dejadez que se experimenta en este tipo de situaciones.
A veces lo más fácil es tirar por la senda que nos da seguridad y que no pone a prueba nuestra valía, nuestra auténtica capacidad de sacar las cosas adelante. Nos escondemos en mil y una iniciativas que alejan de nosotros el fantasma de nuestra propia incredulidad. ¡Qué fácil nos sería mirarnos al espejo con sinceridad y decirnos al mismo tiempo: tengo miedo, no me siento seguro!
En cierta ocasión lo hablábamos una conocida mía y yo sobre el miedo que sentía ella a involucrarse de lleno en un proyecto. Sentía miedo en ese proyecto, pero no en otros. Cuando analizábamos la diferencia entre la seguridad en una y la inseguridad en otra saltaba a la vista algo importante: la información.
La información, el conocimiento que tengamos de aquello a lo que nos tenemos que enfrentar es crucial para enfrentarnos son cierta tranquilidad a nuestros retos y decisiones. Información y conocimiento que no son otra cosa sino que profundizar en aquello que elegimos. Ese conocimiento e información nos darán confianza y seguridad, pero nos darán algo más importante, la capacidad de valorar y apreciar lo bueno que engendra para nosotros aquello que elegimos.