Durante mucho tiempo se ha pensado, y todavía se piensa, que la persona de Jesucristo ha sido o es una alienación para la persona humana. El hecho de que muchas veces el mensaje que se da de Jesús esté relacionado con la vida eterna, y esta se entienda como la próxima etapa de nuestra vida, hace que el mensaje de Jesús quede relegado a un segundo plano y quede muchas veces, incluso, desvanecido.
Es la parábola de los talentos la que nos hace ver la dimensión real que Jesús propone a la persona humana. Lejos de pensar en la próxima vida Jesús se centra en la responsabilidad que tenemos de vivir esta misma vida de forma plena e integral.
Su mensaje es claro: desarrollar los talentos que cada uno de nosotros llevamos desde el nacimiento dentro de nosotros mismos. Ni más ni menos. Desarrollar lo que es propio de nosotros. Desarrollarlo para adquirir nuevos talentos.
Esto no es tan difícil. Simplemente tenemos que vivir lo que somos, hacer lo que nos gusta, desarrollar nuestra vida haciendo lo que nos hace sentir bien y a gusto con nosotros mismos. Desde que nacemos tendemos a hacer lo que es natural en nosotros. A los pocos años ya se nos comienza a decir que no a muchas cosas que queremos hacer. Curiosamente recibimos más "no hagas esto" que "ánimo, sigue con lo que estás haciendo".
Las consecuencias a nivel de parábola son claras. La felicidad rodea a aquellos que viven plenamente sus cualidades y talentos, mientras que para los que tienen miedo la vida es un rechinar de dientes y una vuelta a la pobreza, ya que lo poco que tenemos, por no desarrollarlo, se nos quita o más bien nosotros mismos nos privamos de ello. No es un castigo de la vida, ni de Dios, es una elección que nosotros mismos hacemos a la hora de optar por el miedo, la falsa prudencia y la desconfianza de no dar la talla con lo que Dios, la vida u otros pueden exigir de nosotros mismos.
Jesucristo tiene una visión clara de lo que Dios y espera de cada uno de nosotros: crecimiento personal, desarrollo y crecimiento en valores, cualidades. Ve a la persona humana como la continuación de lo que Dios quiere seguir haciendo en el mundo, y hacerlo a través de la misma creación, de nosotros mismos.
Lejos de plantearse una vida eterna, considera que la vida eterna es precisamente esta, experimentar y sentir a Dios como fuente de vida y desarrollo personal. No es un Dios de muertos sino de vivos. NO es un Dios de futuros sino de construir el presente día a día.
El primer paso es tomar conciencia de saber que es lo característico de cada uno de nosotros y simplemente vivírlo. Si tomas conciencia de todo lo que has vivido de forma natural y apasionada en tu vida te darás cuenta de que mientras lo vivías ibas adquiriendo de forma natural otras cualidades, valores y aptitudes que te hacían sentir bien y al mismo tiempo de que la vida te daba en abundancia. Y no es que la vida de te, es que tú, cuando vives la vida plenamente permites que ésta entre en, te haga crecer y desarrollar la vida que llevas dentro. Es cuestión de tomar conciencia de lo que uno ha vivido para seguir viviéndolo, de lo que uno tiene para seguir desarrollándolo.
Dios mismo, a través de Jesús, nos deja ver de forma clara su opción por la vida, por la persona humana y su desarrollo personal como fuente de realización y felicidad.
¿Qué es lo que te gusta hacer? Si pudieras y tuvieras los medios, ¿qué te gustaría hacer? Pues comienza a hacerlo poco a poco, día a día, paso a paso. Verás la diferencia.