¿Ocurren las cosas porque tienen que ocurrir? ¿Existe la casualidad en la vida? ¿Está todo determinado en la vida? Son preguntas que me vienen hoy a la mente después de escuchar a una persona decir esta mañana que debemos dejar que las cosas vayan aconteciendo y sucediendo de forma natural y espontánea. Horas más tarde viendo un programa de televisión alguien decía que su padre le había dicho que siempre hay que tener confianza, porque la vida es como el pocker y las mejores cartas están siempre por venir.
Es cierto que obligar a un calzado a entrar en el pie, cuando éste no es su número, es posible pero, ¿es posible caminar mucho tiempo y muchos días con ese calzado sin que sientas dolor o sin que te estropee el pie? Para plantar y recoger los frutos hay que saber preparar la tierra, saber escoger la semilla, saber regar la cantidad de agua precisa y necesaria, saber limpiar la tierra y muchas cosas más, todas ellas armándose de paciencia.
A la vida no la puedes obligar, incluso a los ríos que, cuando vienen las aguas torrenciales, buscan nuevamente su lugar natural. Tal vez sea eso, lo natural, lo espontáneo lo que es realmente fruto de la misma vida y lo que encaja en éste enorme puzle de la vida.
Ser naturales, no forzar, ser sencillos en medio de la complejidad es la gran tarea y el gran reto que tenemos que asumir día a día en nuestras vidas.
¿Fuerzo las situaciones?
¿Me adapto al devenir diario de la vida?
¿Confío en la misma vida en sí y en lo que día a día me puede deparar?