Un hijo y su padre estaban caminando en las montañas.
De pronto el hijo se cae, se lastima y grita: "Ahhhh"
Para su sorpresa, oye una voz repitiendo en algún lugar de la montaña: "Ahhhh!"
Con curiosidad, el niño grita: "¿Quién está ahí?"
Y escucha: " ¿Quién está ahí? "Enojado con la respuesta, el niño grita: "Cobarde".Y recibe de respuesta: "Cobarde".El niño mira a su padre y le pregunta: "¿Qué sucede?"El padre le contesta: "Presta atención hijo"., sóloY grita: "¡Te admiro!".Y la voz responde: "¡Te admiro!"¡Eres un campeón!""¡Eres un campeón!"Y el padre le explica: "La gente lo llama ECO", pero,en realidad, es la VIDA...........que te devuelve todo lo que haces.Nuestra vida es simplemente un reflejo de nuestras acciones.Si deseas más amor en el mundo, crea más amor a tu alrededor.Si deseas felicidad, da felicidad a los que te rodean.Si quieres una sonrisa en el alma, dirige una sonrisa al alma de los que conoces.Esta relación se aplica a todos los aspectos de la vida.La vida te dará de regreso... exactamente aquello que tú le has dadoTu vida, no es una coincidencia, es un reflejo de ti.Alguien dijo: "Si no te gusta lo que recibes de vuelta, revisa bien lo que estás dando!!"
Puede resultar curioso pero la realidad es muy parecida a la que nos presenta este pequeño cuento. De hecho no nos percatamos el mensaje que muchas veces emitimos hacia nuestro exterior hasta que nos damos de bruces con la realidad. Nos lo pueden decir por activa o pasiva conocidos o familiares, pero hasta que no nos escuchamos nosotros mismos no caeremos en la cuenta del mensaje que emitimos y como nos viene de vuelta.
Yo, y sin pensar en esto concretamente, me he oído en grabaciones que he hecho para preparar alguna charla que he dado. Cuando me he escuchado me daba cuenta de que fallaban cosas. A veces, y por el tono de voz, ni yo mismo me identificaba con lo escuchaba. Era hora de cuestionarse lo que uno estaba haciendo, no tanto el cómo lo estaba haciendo, sino lo que estaba haciendo. Más que nada es porque si lo que intentamos transmitir no nos convence ni a nosotros mismos, ¿por qué lo transmitimos? Como decía Einstein, sólo y cuando somos capaces de explicarle algo a un niño de cinco años o a una persona mayor, y son capaces de entenderlo, es porque nosotros lo hemos entendido.
Si fuéramos capaces durante una semana, sólo una semana, de llevar un cuaderno a nuestro lado e ir escribiendo pensamientos que vienen a nuestra mente y frases que emitimos a cada instante nos quedaríamos sorprendidos de la cantidad de mensajes negativos que emitimos sobre la vida, sobre los demás o sobre nosotros mismos. Lo más curioso de todo es que el mensaje que emitimos de los demás o de la misma vida no es otra cosa que la afirmación de cómo vemos nosotros a los demás y a la misma vida, no tanto como ellos son, sino como nosotros lo vemos. ¿No suena esto un poco al eco del cuento?
Si a ello añadimos que muchas veces ni queremos escucharnos, ni profundizar en nosotros mismos, ni pararnos a reflexionar sobre lo que bulle dentro de nosotros, ¿qué tipo de eco se estará emitiendo en nuestra vida? Tal vez alguno que ni nosotros mismos somos capaces de soportar. Nos molestará, ¡si!, pero seremos incapaces de saber de donde y del por qué vienen.