26/9/11

Un mundo de posibilidades



Cada vez está más claro que ante determinadas situaciones no todo el mundo reacciona de la misma manera. Mientras que unos se hunden en el abismo otros resurgen de las cenizas con más fuerza. Aquella frase de Jesús de que "si el grano de trigo no muere, no da fruto parece que se vuelve realidad para los que tienen actitud positiva, mientra que para los de mentalidad negativa la misma muerte se los lleva. ¿Por qué unos reaccionamos de una manera positiva y otros de forma negativa? ¿Por qué los traumas para uno son un losa mientras que para otros son un acicate y una fuente de vida?

Hay una cosa que está clara, y que si tu mismo te la preguntas posiblemente encuentres respuestas altamente sorprendentes. ¿Donde nacen todos los avances de la ciencia? Generalmente nacen de necesidades concretas: el teléfono nace de una necesidad de comunicación, los medicamentos de una necesidad de salvar vidas o de paliar dolores, los automóviles de una necesidad de trasladarse de un lugar a otro, las lavadoras de una necesidad de facilitar la colada. Ante las necesidades hay personas que simplemente se han hecho una pregunta: ¿qué puedo hacer ante esta circunstancia? ¿Qué puedo aprender de ésta situación?

La resignación, por el contrario, es una señal de un empobrecimiento de nuestra mente y de nuestra sensibilidad ante los problemas que uno mismo tiene, o que otro pueden tener. Resignación es lo mismo que negar el mismo proceso de la vida: esto es así, y nadie puede cambiarlo. Pero, ¿qué pasaría si alguien cambiara esa circunstancia? En la medida en que no queremos pensar y cuestionar la misma realidad permitimos que aquello que no nos favorece siga su proceso, sin cambiarlo y, por ello, sin crecer ni evolucionar.

Todo lo que tenemos y de lo que gozamos es fruto de mentes inquietas y de mentes sensibles que no se han conformado con lo que había y que han querido facilitar las cosas a ellos mismos y a los demás. Cerrarse ante el sufrimiento, la enfermedad, el fracaso, la incomunicación, etc, es cerrarse a todo un mundo de posibilidades, de innovaciones, de mejoras y de crecimiento personal o social.

En el Evangelio hay una situación que nos invita a la búsqueda constante de resolución de problemas. ¿Te acuerdas de las bodas de Caná? Se les había acabado el vino. ¿Qué hizo la madre de Jesús? Ni corta ni perezosa invitó a los sirvientes, y sobre todo a Jesús, a hacer algo: "Haced lo que Él os diga". A Jesús le obliga a pensar, a los encargados a realizar algo diferente, llenar las ánforas de agua. El milagro viene después, cosa que no hubiera pasado si se hubieran puesto a llorar, lamentarse o resignarse.

Algunas preguntas clave, pues, puede ser:
  • ¿Y ahora que puedo hacer yo?
  • ¿Qué posibilidades pueden surgir desde esta situación?
  • ¿Cómo puedo crecer desde lo que me toca vivir?
  • ¿Que harían otras personas en mi situación?
  • ¿Qué soluciones, aun siendo raras y no teniendo yo posibilidades, puede haber?
Lo importante es dejar fluir el hemisferio derecho que todos tenemos, y muchas veces bien dormido, que es la fuente de la imaginación, creatividad y de nuevos caminos.